Una mirada equívoca

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Llegó cinco minutos tarde al aula en la que había citado a Severus, aunque él aún se encontraba allí, mirando por una de las ventanas cómo las hojas de aquellos árboles se movían gracias a la suave brisa que corría. Pronto empezaría a hacer más frío.

—Perdona la espera, el profesor Slughorn me ha pedido que volviera a hacer un antídoto. Parece que saqué demasiada buena nota como para resultar sospechoso —bromeó abrazándole por la cintura.

—Y no me extraña que lo haya hecho.

Severus le había ayudado a retomar sus clases de pociones después de los días que estuvo en la enfermería, dándole consejos y haciendo con él la preparación que se había saltado, un antídoto común.

—Me preguntó cuál era mi secreto para haber mejorado tanto —comentó repartiendo besos por su cuello.

—¿Qué le dijiste? —Echó su cabeza hacia un lado, dejando más piel expuesta.

—Pues la pura verdad, que mi gran compañero de castigo me ofreció su ayuda después de no haber podido acudir a clase. Creo que la próxima vez que nos toque pociones te dará cinco puntos.

El Slytherin sonrió, probablemente el profesor Slughorn lo tendría en cuenta, él solía agradecer aquellos detalles fueran o no hechos por un alumno de su casa.

Señaló la ventana, mostrándole que comenzaba a llover.

—James, Peter y Remus se mojarán —habló distraído. Pensando cómo les estaría yendo, ya que estaban intentando informarse más sobre los animagos, pues algo distinto había salido mal aquella vez y debían empezar el proceso de nuevo.

—Y Regulus. Me había comentado que iría a los invernaderos para hablar con la profesora Sprout. —Severus apoyó sus codos en el alféizar—. En la nota pusiste que querías pedirme algo.

Sirius asintió, imitando su postura a su lado. Se escuchaba el suave sonido de la lluvia golpear el vidrio.

—No queda muchísimo para las vacaciones de Navidad y no hemos podido vernos apenas en todo este tiempo —comentó sintiéndose culpable, pues sabía que era él quien debía negarse en muchas ocasiones porque sus amigos querían seguir con el mapa—. Si no recuerdo mal, te dejaban salir algunos domingos y por lo que he podido saber, a partir de tercero permiten las salidas en todos.

Asintió escuchando aquellas palabras. Dumbledore ya les había informado a todos los de tercero que se quedaban en Hogwarts que tendrían una salida a Hogsmeade durante todos los domingos de las vacaciones.

—Pero no podemos vernos allí. Estará lleno de alumnos —recordó Severus, lamentándose por tener que pronunciar aquella dura realidad.

—Sé un sitio donde podemos estar tranquilos. —Había hablado con Remus al respecto y le había parecido bien que llevara a Severus a la Casa de los Gritos, indicándole que no era de su propiedad, aunque él consideraba que debía dar su opinión, ya que había sido construida para sus transformaciones—. Está en Hogsmeade, no tendremos que escaparnos.

—Escaparme, querrás decir. —Sirius se carcajeó por aquella puntualización.

La idea daba vueltas en su mente. Quedar con Sirius era tentador, aunque no pudieran pasar tanto tiempo juntos, pero era una pequeña posibilidad para no perder el contacto.

—¿No quedarás con tus amigos? —preguntó temiendo que aquella idea se viera luego cancelada por ellos.

—Te prometo que no te dejaré de lado.

Asintió convencido de que Sirius cumpliría su palabra, siempre lo hacía.


James se tiró en la cama de aquella casa de aspecto abandonado, totalmente cansado de fallar una y otra vez con la transformación. Peter también parecía estar desanimado, temiendo que no podrían conseguirlo nunca, en cambio Sirius estaba de buen humor.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora