La aceptación plena

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James miró el estropicio que tenía su amigo en la cama. Muchos papeles tirados sin dejarle moverse, además de un cuaderno con mil marcadores que parecía del mismo Dumbledore.

Quiso preguntarle, pero Sirius alzó el dedo indicando que estaba muy concentrado y que no podía prestarle atención en ese instante.

—Parece que se ha puesto en serio con el estudio —musitó Peter a su lado.

—Snape le habrá dicho que si no se pone en serio... —James se lanzó en la cama para esquivar el cojín que Sirius le acababa de lanzar.

—Si te atreves a seguir la frase, voy a intentar levantarme de aquí sin romper nada y te partiré la cara —advirtió haciéndole reír.

El prefecto ingresó en el cuarto, encontrándose esa visión en la que perfectamente podía imaginar que James estaba molestando de nuevo a Sirius, confirmando su sospecha en la expresión de terror de Peter, que se iba a su cama para evitar verse envuelto en la posible venganza.

—Lunático, ven a ver mi trabajo sobre los thestrals. Lo he estado haciendo con ayuda de Severus, ahora sólo tengo que dejarlo bonito y presentable para que Kettleburn me perdone —dijo sin mirarle, haciéndole una seña con la mano para que se acercara.

Fue hacia él para comprobar el esfuerzo que todo aquello parecía conllevar, dirigiendo la mirada de forma inevitable al cuaderno.

—¿De dónde lo has sacado? —preguntó al abrir unas páginas.

—Me lo ha prestado Severus. Son apuntes que ha ido tomando de todos los libros que ha leído en la biblioteca. —Dejó que Remus lo ojeara porque sabía que era muy cuidadoso.

—Cualquier alumno le pagaría un buen dinero para conseguir apuntes de aquí para sus trabajos —bromeó.

Podía notar el tiempo que le habría llevado hacer todo eso. Probablemente había empezado desde el primer año. No le extrañaría porque ver a Snape en la biblioteca era algo habitual, hasta que comenzó a tomar algunos libros para irse a su sala común y conseguir que nadie le molestara, como era precisamente el grupo de los Gryffindor allí presente.

Cerró la tapa y ayudó a Sirius a ordenar las páginas, agradeciendo que las hubiera numerado, aunque dudaba que hubiera sido una idea suya.

—Espero que esto sirva para demostrarle a Kettleburn que estoy interesado en su clase.

—Te has tomado muy en serio la charla que te ha dado —dijo James desde su cama, ojeando una revista de Quidditch.

—Elegimos la optativa todos juntos y además la puede compartir con su pareja. Es lógico y normal que no quiera perder la oportunidad de seguir con nosotros —defendió Peter, comprendiendo bastante bien a su amigo, ya que él se vería algo apartado por sus calificaciones mediocres.

—No te preocupes, Colagusano. Seguro que hay clases que aún compartimos —animó Remus, dirigiéndose a su cama para poder lanzarse en ella.

Agradecía haberse controlado ese día en su encuentro con Regulus, pues no sabía si podría haberse acercado a Sirius con el olor de su hermano menor inundando su propio cuerpo, ya que no veía un abrazo o algún beso que se habían dado equivalente a una relación sexual, a pesar de que dudaba de que Sirius se diera cuenta. O quizá eran sus remordimientos queriendo tranquilizarle un poco.

—¿Y a ti cómo te ha ido de profesor particular? —preguntó el de gafas.

—No tengo un nivel tan alto como para considerarme uno.

—Pues espero que lo tengas algún día, porque quiero contratarte para mis hijos —comentó totalmente serio.

—¡Sería tan adorable! Remus enseñando al enano Potter —bromeó el de rizos, imaginándose la escena—. Aunque no deberías esperar que le apruebe por ser tu hijo.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora