Más dulce que el pan de leche

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Sirius abrió la puerta de la Sala de los Menesteres mientras Remus se aseguraba con el mapa de que no hubiera nadie cerca. Se despidieron con sus manos, ya que aquella era una cita privada que disfrutaría con su pareja durante toda la noche.

No fue una sorpresa verle allí sentado, aunque sí le maravilló ver que la sala se había convertido en un pequeño estudio. Contaba con una cocina abierta que estaba bien equipada, lo que suponía que era un baño y la cama con dos mesillas.

Dejó su mochila a los pies de la cama antes de acercarse a su novio, que estaba de espaldas, con los codos apoyados en la encimera. Él también apoyó las palmas de sus manos en la hermosa superficie de mármol, observando por encima de su hombro para saber qué le tenía tan distraído.

—Hola, cariño. ¿Qué miras?

—Hola —contestó de forma tímida. Aún no se acostumbraba a esos apelativos cariñosos—. Lupin me comentó que en Estudios Muggles tenéis que cocinar en ocasiones y que pronto tendríais una prueba para hacer algo de desayunar, así que he pensado que quizá podría ayudarte...

El mayor sonrió por la ternura que albergaba aquel gesto. Severus solía ayudarle a estudiar Pociones y también compartían algunas tareas sobre Criaturas Mágicas, pero hasta ahora sólo se habían dado algunas ideas y conversado un poco sobre las otras asignaturas.

—¿Es una excusa para que sepa hacerte un buen desayuno cuando vivamos juntos?

—Es posible —respondió jocosamente—. ¿Tienes alguna idea de qué quieres preparar? Hay bastantes ingredientes.

—Me gustaría que fuera algo dulce y que no sea muy complicado de hacer, porque no podemos usar magia, pero tampoco quiero que sea simple y sin gracia.

—¿Qué te parecería unos panecillos de leche? En un desayuno se pueden abrir y untarlos con mantequilla, mermelada, crema de chocolate... Además que se pueden mojar en el café, que es una costumbre muy tuya.

—¿Cómo sabes eso si nunca te veo en el desayuno? —Alzó las cejas sorprendido.

—Soy amigo de tu hermano, ¿recuerdas?

Sirius rodó los ojos. Se le olvidaba aquel pequeño detalle, aunque eso significaba que hablaban de él más de lo que creía. Admitía que eso no le disgustaba, porque Regulus nunca hablaría negativamente salvo por cosas que hacía mal de forma evidente, hasta él era consciente de esos fallos.

—¿Nos ponemos manos en la masa entonces? —Severus asintió, colocándole un delantal para que no se manchara en exceso. Él tenía más control sobre los ingredientes, pero ese chico era un huracán y no podía dejarle con su ropa sin que acabara lleno de harina.

El Slytherin se ocupó de sacar los ingredientes. Aprovechó las existencias al máximo. Saldrían bastantes bollitos, pero era fácil realizar el encantamiento de conservación para que estuvieran siempre como recién hechos, un hechizo muy concurrido en las tiendas.

Ambos se lavaron las manos y comenzaron las explicaciones.

—Bien, no es muy complicado, pero es importante que sigas los pasos. —Una vuelapluma se encargaba de apuntar las indicaciones para que pudiera estudiarlas después. Su novio había pensado en todo—. La optimización del tiempo también es importante, por lo que vamos a intentar ordenarnos. Primero, hay que poner la leche a calentar.

—De acuerdo. ¿En un cazo cualquiera? —Recibió una afirmación, por lo que tomó un cazo y añadió la leche que ya estaba pesada—. ¿Me has apuntado medidas?

—Sí, aunque hoy nos saldrán más de los que tendrás en clase. Será mejor que ese día no tengas mucha masa porque puede que no te dé tiempo —comprobó los movimientos del Gryffindor y prosiguió—. Mientras la leche toma una buena temperatura, vamos a ir tamizando la harina. ¿Sabes lo que es tamizar?

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora