La primera de muchas

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Tomó el siguiente, esperando que fuera algo similar a lo que acababa de vivir, pero en esa ocasión se encontraba en un parque infantil. ¿Su padre se atrevía a agredirle incluso en la calle? ¿Por qué nadie hacía nada por ayudarle?

—Qué adorable —musitó viendo al pequeño sentado en uno de los columpios, totalmente solo.

Desconocía cuántos años debía tener ahí. Quizá unos seis o siete. Notaba por los cantos de los pájaros y algunas plantas que debían estar en primavera, aunque veía que él aún así llevaba ropa larga y demasiado grande para su tamaño.

—¡Eres un bicho raro! —Sirius se giró con el ceño fruncido al escuchar esa voz irritante, dándose cuenta de un pequeño grupo de niños que se reían del futuro Slytherin.

—¿Por qué tu ropa está sucia? —preguntó una niña en un tono evidente de burla.

—¡Porque es un cerdo! —gritó el que parecía ser el "líder".

Sirius gruñó asqueado por ese comportamiento, odiando que aún se considerara que los niños no podían ser crueles porque su inocencia no se lo permitía. Intentó acercarse a la imagen de Severus al ver que era empujado por otro abusón, cayendo en el suelo humedecido, ensuciándose la ropa de tierra.

—¡Déjame en paz! —exclamó el menor, tirándole una piedra a uno de los que se acercaban a él.

El espectador sonrió al ver que se defendía, importándole bien poco la herida que parecía haberle hecho en su mejilla, al fin y al cabo tampoco iba a morirse por algo así.

El niño comenzó a berrear diciendo que se lo diría a sus padres y que era un niño asqueroso.

Severus salió corriendo al ver que los otros comenzaban a imitarle, tirándole piedras. Mayoría, era imposible que pudiera hacer algo contra ellos. Se paró frente a su casa, sin poder notar que Sirius estaba allí con él, con los labios apretados por no poder hacer nada.

Vio la duda que sentía sobre si ingresar o no, observando sus ropas manchadas, especialmente los pantalones, que parecían haberse roto en una parte de la pernera.

Finalmente le vio abrir la verja con sumo cuidado, al igual que la puerta principal, intentando no hacer mucho ruido.

—¿Mamá? —Esperó para ver si ella le escuchaba, pero no parecía estar siquiera en casa.

A Sirius le extrañó que se descalzara en la misma puerta, tomando los zapatos en sus manos. Una costumbre que no le había visto hacer en otras ocasiones. El niño se dirigía directamente a la escalera, subiendo los peldaños como si el más mínimo ruido fuera a atraer a dementores.

—Oh, Severus... ¿Qué te ha pasado?

El mayor dirigió su mirada a la voz que intentaba ser algo dulce, por mucho que realmente sonara apática. Se sorprendió al ver el enorme parecido que tenía con Severus. Su cabello era idéntico, también esa hermosa nariz que tanto le gustaba en su chico.

—Me he caído —mintió dirigiendo su mirada al suelo.

—Ve a cambiarte a tu cuarto y dame la ropa, la lavaré antes de que llegue tu padre.

Al ver la prisa que se daba por terminar de subir, comprendió que el problema era la suciedad de sus prendas. Probablemente su padre encontraría un motivo para castigarle por eso, a pesar de que no había tenido culpa.

No apartó la mirada cuando vio que se desvestía, pero sí que se fijó en los cajones que abría, percatándose de la poca ropa que había en ellos y que ninguna era de su talla.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora