Llevó su mirada desenfocada a la puerta del cuarto. Sus ojeras ya estaban marcadas por no poder dormir. Lucius no dejaba de enviarle cartas para conocer su estado, también Regulus y Sirius, además de hablarle por el espejo doble, pero aún así seguía sin sentirse seguro. La culpa de la preocupación de sus seres queridos comenzaba a reconcomerle.
Sirius se había comprometido a estar con él a la hora de la siesta para que pudiera dormir un poco mientras él escribía alguna carta o leía algo, así lograba descansar dos o tres horas.
—Puedes dormir un rato más, cariño —susurró Sirius.
Él negó. Siempre se ponía el despertador para evitar robarle mucho tiempo. ¿Qué vacaciones le estaba haciendo pasar al estar vigilándole mientras dormía?
Procuraba no salir del cuarto más que para ir al baño y volver, asegurándose de que cerraba la puerta antes de marcharse.
Intentaba centrarse en el estudio, pero sólo podía releer una y otra vez las mismas frases sin enterarse de mucho.
—No pasa nada. Malfoy te dijo que tu padre sigue internado y que está llegando a su fin —habló con una voz muy suave. Notó que su novio no le estaba escuchando—. ¿Cariño? —Se levantó rápidamente para irse al baño, encerrándose corriendo y abriendo los grifos para no ser escuchado si James iba a buscarle—. ¡Severus!
—No me encuentro bien.
—Ve a la enfermería.
—No puedo...
—Claro que puedes. Severus, a la enfermería ahora mismo. Si no lo haces mandaré una carta a Dumbledore —amenazó, era lo último que podía hacer. No podía seguir viendo que su novio se quedaba en la cama cuando acababa de admitir que se sentía mal.
Severus se levantó con mucha dificultad, como si llevara un cansancio extremo en su cuerpo. Cada movimiento era estudiado y vigilado por Sirius, que no paraba de repetirle que estaría con él, que debía coger el espejo doble para que pudiera controlar que llegara correctamente a la enfermería.
Tomó el espejo y lo hechizó con un conjuro de invisibilidad, de esa forma pasaría desapercibido si se encontraba con alguien. Lo llevaría junto a un libro para disimular la pose y que su pareja viera todo el viaje.
Salió del cuarto tras escuchar a su novio decirle que no se preocupara, que se mantendría en silencio. Sirius cerró todas las llaves de agua y se sentó en el suelo únicamente para observar el espejo.
El caminar de Severus era extraño, como si sus pies pesaran más de lo habitual. De forma repentina se dio la vuelta, fijándose en sus espaldas. Estaba aferrado al libro que escondía el espejo doble, pero su novio era incapaz de ver el motivo por el que estaba tan asustado.
El camino se hizo muy tedioso. Sentía que no iba a llegar nunca a la enfermería. ¿Desde cuándo había tantos escalones? Tuvo que sentarse en uno porque notaba que iba a caerse si seguía así.
—No puedo más... —murmuró más para sí mismo que para Sirius.
El corazón del Gryffindor se paralizó al entender que Severus no le había dicho que no podía ir por sus cicatrices, sino por cómo se sentía. Estuvo a punto de gritar para pedir ayuda cuando escuchó una voz conocida.
—Señor Snape, ¿le ocurre algo? —interrogó la jefa de la casa de Gryffindor notando su extraño estado. No era habitual encontrarlo por los pasillos, pero menos aún verlo allí sentado en medio de las escaleras cuando sabía que estaba prohibido.
—No me encuentro bien —respondió con un hilo de voz.
La mujer invocó una camilla que levitaba y en seguida lo llevó hasta la enfermería. Severus seguía aferrado a sus pertenencias con las pocas fuerzas que le quedaban. No podía perder el espejo que Sirius le había confiado.
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La rivalidad que crea la atracción
FanficEntrar a Hogwarts despierta un sentimiento único. Para muchos es considerado su segundo hogar. Severus lo verá como el único dónde podrá escapar de los abusos de su padre. Sin embargo, no todo será fácil para él, pues su turbia infancia provocó que...