Aprender a sentir por ti y por mí

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Los pasos resonaron en aquella escalera de caracol empedrada, dando paso al despacho del director, donde había sido llamado al día siguiente. Sabía que se habrían enterado del fallecimiento de sus dos padres, lo que le dejaba huérfano a ojos de todos, aunque ya llevaba años siéndolo. La puerta se abrió sin siquiera permitirle llamar. McGonagall le dio paso. Allí se encontraba el director, pero también Madame Pomfrey. ¿Debía suponer que aquello era por si le daba un ataque? Suspiró sonoramente, encontrándose con la mirada azul que parecía intentar adivinar sus sentimientos y pensamientos. No podía decir que sabía que su padre había muerto, no tenía la forma de explicar la razón sin involucrar a Lucius y a su detective.

—Me temo que debo darte una noticia, Severus —comenzó a narrar Dumbledore—. Quiero que sepas que Hogwarts seguirá siendo tu casa y que recibirás toda la ayuda necesaria para continuar tus estudios aquí.

Sentía la lástima de los allí presentes. Probablemente pensaban que ahora se sentiría perdido, que ahora era un huérfano que no sabría valerse por sí mismo, pero se equivocaban. Él no había tenido familia, no la que uno espera. No le habían protegido, no le habían amado ni cuidado. Llevaba siendo huérfano desde que llegó al mundo, cuando su madre ni siquiera había podido vivir los cuidados de su bebé por las exigencias diarias de Tobías, por esos enfrentamientos que acontecían entre aquellas cuatro paredes sin cesar.

Asentía ante las palabras del director, entendiendo perfectamente el apoyo que le brindaban y la noticia sobre la muerte de sus padres. Aguantó sus sentimientos, intentando mostrarse fuerte, incluso cuando Dumbledore se levantó de su silla y apoyó una de sus manos en su hombro. Aquel hombro que tenía la marca de su mayor pesadilla.

—Puedes ir a ver a Madame Pomfrey en cualquier momento que lo necesites —pronunció el anciano.

—Gracias, señor.

Le vio volver a su magnífico sillón, estudiando su comportamiento. Era un bicho raro, no había duda.

—¿Tienes algo que contarme, Severus? —inquirió.

Se quedó en silencio meditando la pregunta. ¿Se refería a los maltratos de su padre? Ya se lo debía imaginar con la carta que le había presentado de su madre años atrás. ¿Quizá se refería a las personas que le molestaban en la escuela? Le parecía extraño que sacara el tema entonces.

—No, señor —respondió al fin.

Tuvo que quedarse unos minutos más en el despacho por orden estricta de Madame Pomfrey, quien temía que le diera una bajada de tensión de los sentimientos que reprimía. Era una noticia demasiado fuerte y creía que podría necesitar ayuda cuando lo llegara a asimilar.

La mujer tenía razón, lo que no sabía es que eso ya había ocurrido. En cuanto Lucius le había mandado la carta se sintió vacío, como si no le afectara, pero tras leerlo unas cuantas veces...

Respiró profundamente intentando no recordar aquel momento. Debía mantenerse tranquilo para poder salir de allí cuanto antes.


Sirius se acercó a la mesa de Slytherin, ofreciendo su mano a su hermano, que estaba comiendo solo.

Durante la mañana había tenido una clase conjunta con los Slytherin en la que Severus había faltado y el profesor parecía tener constancia de aquello, ya que ni siquiera preguntó por su ausencia. Su corazón se oprimió al ver que nadie le echaba en falta, o al menos eso parecía. Todos sus compañeros de casa continuaron la clase sin ningún comentario, sin ningún susurro nombrándole.

—Sirius... Qué extraño verte tan cerca de la mesa de Slytherin. —Su hermano le sonrió, tomando su mano y acompañándole a la salida.

—¿Todo bien? —preguntó discretamente.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora