Un día en la feria

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Suspiró por décima vez, aburrido de estar en casa. Miró su mano izquierda hinchada y con una evidente marca roja en el dorso, ya habían transcurrido dos días desde el incidente, por lo que no debería ir a peor.

«Con una poción ya podría moverla sin problemas». Se acostó bocarriba, mirando al techo en silencio.

—Severus. —Eileen entró con cuidado al cuarto, viendo por primera vez el estado de su hijo en ese par de días, pues Tobías había encerrado al chico cuando él no estaba en casa a modo de un castigo extra—. Siento mucho lo del otro día. —Se disculpó arrodillándose al lado de la cama.

—No es tu culpa, mamá. —contestó escondiendo la mano para que ella no la viese. No quería hacerle sentir peor.

—Debo reunirme con tu padre para solucionar algunos papeleos. Nos quedaremos en un hostal por esta noche. —Severus pareció meditarlo. No quería volver a ser descubierto mientras salía, pero el aburrimiento allí era horrible, pues le hacía pensar en lo miserable que se sentía—. Te he dejado algo de cena hecha. ¿Estarás bien?

Severus asintió con la cabeza, viendo cómo su madre alistaba su abrigo. En el pasillo había dejado una pequeña bolsa para el viaje. Sus pasos se alejaron, hasta que el sonido fue cambiado por el de la puerta cerrándose. Se incorporó de la cama y miró por la ventana, observándola marcharse hacia una estación de autobús muggle.

Mordió su labio, pensando en todo lo que podía hacer ahora. Primero se daría un baño caliente, algo de lo que no había podido gozar desde que volvió de Hogwarts, puesto que su padre estaba en modo ahorrativo y no le dejaba usar el gas.

Prendió el gas que comunicaba con el baño y fue allí, llenando la bañera y disfrutando del vapor que emanaba. Fuera todo estaba nevado, aunque ahora el clima estaba relajado. Sin duda era un gran momento para disfrutar de la tibia humedad que rozó con sus dedos. Cerró la puerta por pura inseguridad, echando el pestillo. Sus manos se deslizaron por los botones de su camisa, desabrochándolos y dejando caer la tela por la maltratada piel, permitiendo ver otra marca roja y algunas cicatrices. Desnudó su cuerpo en su totalidad, encontrándose con un par más de marcas, a la altura de la cadera y en la pierna izquierda, en la pantorrilla. Desvió su mirada del espejo, era horrible. Cada día odiaba más su físico. Introdujo una pierna en la bañera, seguida de la otra, sentándose y disfrutando al hundir su cabeza y mojar su cabello.


Sirius se despertó bien tarde. Había decidido que sus vacaciones serían para dormir, pues no había nada mejor que hacer que soportar a su familia y contestar las cartas de sus amigos, que estaban pasando unas vacaciones mucho mejores.

Se acercaba el día 25 y sabía de sobras que ese año su regalo no estaría bajo el árbol. Desde que decidió revelarse de esos pensamientos retrógrados dejó de existir aquella caja que con tanta ilusión esperaba años atrás.

«Le pueden dar a su regalo», pensó tomando asiento en su escritorio. De pronto el panfleto que Regulus le dejó días atrás llamó su atención. Una feria muggle. Podría conocer a alguna chica guapa y divertirse allí. Quizá invitarla a patinar sobre hielo y aprovechar el acercamiento de alguna posible caída.

"Querido amigo que me restriega sus maravillosas vacaciones por la cara;

Mis días van como esperaba. Mis padres están haciendo muchos planes con Regulus y lo han llevado a muchos lugares, además esto se ha petado de familiares con mis primas y todo. Es horrible.

He estado durmiendo como una marmota, eso sí. Dormir en el mismo cuarto que Peter me ha permitido aprender a dormir con el graznido de un pato.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora