Una visita inesperada en la estación

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No sabía cómo los hermanos Black habían logrado convencerle, pero allí estaban, en el interior de la casa por mucho que le pareciera mala idea. El hedor era insoportable. La comida se había podrido en la cocina que ya se encontraba llena de moscas y la suciedad del lugar era evidente. Aquello no había sido limpiado desde hacía años, probablemente desde que Snape había huido del lugar.

—Esto es insoportable —reconoció Remus.

Su olfato era el más desarrollado, por lo que sin pensarlo aceptó el pañuelo de tela que Sirius le ofrecía para poder taparse la nariz. Por suerte olía como su amigo, un olor familiar y muy agradable.

Regulus miraba todo el lugar bastante apenado. Le costaba creer que Severus tuviera que vivir en aquellas condiciones, aunque no sabía si todo estaba igual que cuando él se fue. El lugar era lúgubre, triste, sombrío. No había ninguna sensación de calidez ni un sentimiento agradable que lo describiera.

Sirius agarró a su hermano al verle tropezar con unas botellas de vidrio que parecían de cerveza muggle.

—Perdón... —susurró el menor.

Casi podía decir que se arrepentía de haber entrado, aunque a la vez se sentía culpable por pensar aquello. Severus no había tenido la oportunidad de salir sin más porque no se sentía cómodo allí. No era un motivo.

—Siento que no deberíamos subir. Creo que es mejor respetar el cuarto de Severus, aunque él ya no viva aquí. —Sirius no iba a permitir pasar el límite. Había sido el único que había estado en el cuarto de Severus quitando a sus padres, de eso estaba seguro, y no iba a compartirlo con nadie más.

—Nunca imaginé que vería cadenas en las ventanas. Resulta aterrador pensar en lo que debió pasar entre estas paredes. —Remus dio un par de pasos por el salón, notando el sofá sucio y marcado con una grotesca silueta. Casi parecía que el hombre acababa de levantarse de allí—. Chicos, vámonos ya.

Sirius se perdió en sus pensamientos al visualizar la diana con algunos dardos clavados, pensando en la cicatriz que Severus tenía en su rodilla. Aquel monstruo no había dudado en clavarle un artefacto como aquel en la rodilla, sin siquiera llevarle a un hospital después.

—¿Sirius? —susurró Regulus.

Los tres giraron rápidamente sus rostros al escuchar un leve crujido de la madera que parecía provenir del piso de arriba.

—¡Fuera, ahora! —ordenó Remus.

Salieron rápidamente por la ventana del salón que habían ocupado momentos antes para entrar. Sirius siempre priorizó la salida de su amigo y su hermano, creyendo que el hombre podía estar en la casa.

Saltaron la verja y corrieron lejos, llegando de nuevo al parque.

—¿Estaba allí? —preguntó Regulus al recobrar el aliento.

—No debería, ¿no? Él estaba hospitalizado. —Remus se giró para corroborar la información, pero Sirius parecía igual de confundido que él.

—Será mejor que Severus no sepa nada de esto.

Todos parecieron de acuerdo con la decisión de Sirius. El Slytherin ya estaba pasando por mucho y añadirle el ir a su casa podía ser humillante, además de preocuparle por algo que ni siquiera sabían qué había sido. Quizá la madera había crujido de una forma natural y no porque estuviera siendo presionada.


Observó a James haciendo la maleta mientras estaba sentado en su cama, pensando la forma en la que decirle que Severus era su pareja. Era obvio que no iba a tomar la noticia muy bien, pero era necesario que lo supiera.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora