Desayuno especial

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Abrió los ojos escuchando los susurros de la enfermera con el jefe de su casa, probablemente hablando sobre su situación después de las millones de preguntas que le había hecho mientras paraba la pequeña hemorragia.

De nuevo dudaban que estuviera tomando algo, pues por algún motivo parecían sospechar de él. Quizá todo era debido al director, que le tenía en el punto de mira desde que le había pedido ayuda.

No había dicho que estuvo en el exterior, lo que podía favorecer el sangrado por el frío y la humedad, porque le apenaba que Hagrid se metiera en líos por su culpa.

—¿Has estado estresado últimamente? —preguntó la mujer al volver con él.

—Vivo estresado, me preocupan mis estudios —mintió. No iba a decirle lo que realmente le atormentaba.

—Debes relajarte, muchacho, no creo que tengas que temer por ellos —comentó Slughorn, dirigiéndose directamente a él—. Seguro que ha sido un sangrado sin importancia, Madame. Con su permiso le acompañaré a la sala común.

La enfermera le dio permiso, considerando que no parecía tener ningún síntoma más preocupante, y sabía que era algo triste tener que pasar esas fechas encerrado en la enfermería.

Caminó tras los pasos del jefe de su casa en completo silencio, sintiéndose casi culpable de la situación, pero el profesor no hizo más que ponerse a hablar del mal temporal y de lo poco que quedaba para que terminaran las vacaciones, pudiendo así recibir de nuevo a todos sus compañeros.

—He notado que hace tiempo que Evans y tú ya no hacéis pareja en clase. ¿Hay algún motivo para ello?

—Ninguno, señor.

—Es posible que sea coincidencia, pero ha sido cuando has comenzado a superarle en su nivel de pociones —comentó el hombre sin dejar de mirar al frente.

—Le aseguro que no es por eso, señor. Lily es una gran estudiante y no tengo duda de...

—Me alegra que hayas comprendido que la soberbia no nos lleva a ninguna parte —interrumpió satisfecho—. Sin embargo, entre tú y yo, me temo que Evans no llegará muy lejos en este mundillo, aunque espero que tú sí.

Asintió en silencio, sin querer decir nada más de Lily. No quería criticarla, pero si su profesor le decía eso, sería por algo que él habría podido observar.

Se despidió del hombre al llegar a la sala común, prometiendo que iría de inmediato a la enfermería si comenzaba a sentirse mal, a pesar de que en ningún momento había creído que le pasara algo grave.

Fue directo a su cuarto para poder cambiarse y descansar al fin, percatándose de que aún no había abierto la carta de Lucius. Decidió que lo haría por la mañana, cuando sus ojos no se cerraran solos.


Tocó la trufa del hombre lobo esperando que quisiera jugar, pero parecía más tranquilo de lo usual, quizá porque no había ningún olor humano cerca, ya que el mal tiempo que hacía ayudaba a taparlo.

Los enormes ojos castaños se abrieron para ver a aquel perro que le acompañaba. ¿Por qué? ¿Desde hacía cuánto? Ni siquiera sabía de dónde había salido, sólo estaba allí con él. Alzó su pata y la puso encima de su cabeza, causando que el perro se sacudiera molesto, gruñendo por el trato.

Canuto dio algunos saltos invitándole a gastar energía, porque sabía que era el mejor modo para hacer que Remus terminara más relajado y, por consecuente, que se hiciera el menor número de heridas a sí mismo. Lo habían descubierto una vez al intentar que dejara de morderse de una forma tan dolorosa que pensaron que su amigo moriría desangrado.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora