Acercamiento en vacaciones

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Sirius limpió el espejo del baño que se encontraba empañado a causa de la ducha que acababa de tomar. Cepilló su cabello mojado, esperando que no secara muy mal, ya que no podía hacer magia y prefería perder las manos a pedirle ayuda a Kreacher. Perfumó su cuello y su torso desnudo, el gran día había llegado al fin. Dentro de unos días volverían a Hogwarts y aquel era el último domingo de las vacaciones. Salió del cuarto de baño encontrándose a Regulus.

—¿Tienes una cita? —preguntó el menor chinchándole.

—¡Regulus! ¡Basta ya! Estoy empezando a arrepentirme de llevarte aquellos cromos. —dijo Sirius caminando hacia su cuarto. Buscó ropa en el armario, escuchando a su hermano reírse tras él.

—Espero que lo paséis bien. Mejor la granate. —dijo mientras Sirius le mostraba dos sudaderas—. ¿Has pensado dónde lo llevarás por Hogsmeade?

—Algo así... ¿Y tú no deberías prepararte para la comida familiar?

—No creo que deba prepararme tanto como tú, estoy vestido y eso basta. —Sirius se carcajeó al escucharle, se acercó a él y le acarició la cabeza. Tomó asiento en la cama para ponerse los zapatos.

—Ánimo, seguro que tío Alphard viene y le da un poco de vida a la comida. Dale recuerdos de mi parte, ¿de acuerdo?

—Tranquilo, le diré que estás muy ocupado con tu pareja sin que se entere nadie más. Seguro que él lo entiende.

Sirius se despidió tomando la mochila, bajó seguido de Regulus, que fue directo a la cocina para distraer a sus padres. Desde hacía una semana, la casa era un poquito más llevadera.

No tardó mucho en usar la chimenea que le permitiría ir al lugar donde habían quedado. Frente a la Casa de los gritos. Sabía que sería un lugar tranquilo y había hermosos bancos allí, aunque solía ser un lugar desierto por las leyendas que se contaban de aquella casa. Lo vio allí sentado, distraído en el paisaje de aquel edificio que daba escalofríos a muchos habitantes. Se acercó a él tomándolo por detrás, abrazándole por el pecho.

—No sabes cuántas ganas tenía de verte. —dijo escondiendo el rostro en su cuello. De nuevo aquel aroma que parecía natural en el Slytherin.

—El tiempo pasa lento. —respondió Severus a modo de saludo.

—¿Listo para irnos? —preguntó Sirius ofreciéndole las manos para ayudarle a levantarse.

—Claro. —Severus cogió algo de aire al verle aún con marcas de arañazos y algún leve morado que ya estaba siendo curado—. ¿Qué te ha pasado?

—Nada importante. Venga, te invito a un sitio. —Severus se le quedó mirando seriamente, haciendo que el Gryffindor se sentara junto a él—. Oye, de verdad que no es nada. Escalé un árbol y me arañé al bajar.

—Mi padre te encontró, ¿verdad? No voy a ir a ningún lado si no me cuentas la verdad.

Sirius suspiró echando la cabeza hacia atrás. Imaginaba que eso ocurriría, aunque había llegado con todo el ánimo posible, como si eso fuera a hacerlo menos evidente.

—Me colé en tu casa por el árbol del patio, conseguí registrar tu cuarto, bajar, ir a la cocina, conseguir la caja y entonces el tipo se volvió loquísimo y me descubrió. Tuvimos un forcejeo y tuve que huir por el mismo árbol. —habló de carrerilla—. Tengo un moratón de un golpe, tengo arañazos del árbol, pero estoy bien. De verdad que no es nada importante. Ya está casi todo curado. —dijo subiendo un poco sus mangas y bajando la sudadera por la parte de su cuello, mostrando que quedaban leves cicatrices que pronto desaparecerían.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora