Peligro insistente

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Apartó la bandeja del desayuno que acababa de tomar mientras terminaba de leer aquella página del libro que Sirius le había regalado por su cumpleaños, ya que había decidido dejarlo para las vacaciones y prestárselo a Regulus durante el curso. Esperaba con ganas las cartas de ambos y tenía pensado contestarles cuanto antes, así como enviar la carta dirigida a Lucius, con quien no había perdido el contacto desde que fue a visitar su mansión.

Observó el cuaderno de dibujo. Por desgracia, los rumores y los acosos habían causado que no saliera prácticamente de su sala común salvo para ir a clases, comer y verse con Sirius, así que llevaba casi todo el semestre sin tocarlo. Consideró salir para ver si el ambiente era adecuado y asegurarse de que otro día podría ir a dibujar, pero una idea pasó por su cabeza.

Tomó los recursos necesarios para dibujar y salió hacia el patio, buscando la cabaña de Hagrid. Allí lo encontró arreglando un poco el pequeño huerto que tenía. Nunca supo la razón, ya que siempre veía al semi gigante comer con el resto de profesores.

—¡Buenos días, Snape! Qué temprano te levantas. —Siempre se sorprendía de la amabilidad que tenía con él. Quizá porque él mismo estaba acostumbrado a sentirse apartado y no le gustaba hacer lo mismo a otra persona.

—Buenos días, señor. —Agarró con fuerza el cuaderno dispuesto a entablar más conversación con Hagrid, aunque le pusiera nervioso—. Me gustaría dibujar su cabaña, si no es mucha molestia.

El semi gigante pareció sorprendido. ¿Quién querría prestarle atención a su humilde hogar? Al parecer el chico no lo hacía en tono de burla. Nunca se había mostrado así con él. Tartamudeando le dio permiso para dibujar, ofreciéndole asiento en un banco de madera que solía usar cuando quería pasar un tiempo en el "jardín".

Severus comenzó a trazar algunas líneas, intentando centrarse en su tarea y no en la mirada que de vez en cuando el semi gigante le echaba. Al cabo de un tiempo ambos parecieron relajarse con la compañía del otro, aunque fuera en silencio.

De pronto Hagrid llamó la atención de alguien.

—¡Eh!

El Slytherin se sobresaltó ante ese grito e inmediatamente se giró hacia la escalera que comunicaba al castillo, siguiendo la mirada de Hagrid, aunque no visualizó a nadie.

—Perdona, no quería asustarte. Creo que había alguien escondiéndose en aquel muro de piedra. Iré a mirar. —Hagrid comenzó a caminar—. Si necesitas sombra puedes entrar en mi casa sin ningún tipo de reparo. Volveré en unos instantes.

—De acuerdo, gracias —comentó algo intimidado.

Entrar en la casa de un amigo le ponía nervioso, pero que ya fuera de alguien con quien no tenía mucha relación... Sus pulsaciones podían subir a un punto en el que empezaba a ser mareante.

Volvió a mirar hacia las escaleras, notando que a Hagrid no le costaba subir los escalones de dos en dos. Le extrañó que hubiera visto a alguien allí, pero podía ser cualquier alumno que ni estuviera pendiente del guardabosques.

Continuó dibujando, aunque en todo momento fue controlando el camino que hacía Hagrid, notando que no había encontrado a nadie allí arriba. Ya empezaba a sentirse inseguro, así que ultimó el dibujo y esperó a que el semi gigante volviera para despedirse de forma educada.

—Debo marcharme ya, señor Hagrid. Le agradezco que me permitiera dibujar su hogar.

—¿Podría ver el dibujo? —pidió tímidamente.

De cierta forma resultaba tierno ver a una persona tan grande ser tan introvertido y vergonzoso.

El menor le pasó el cuaderno abierto, notando lo ilusionado que parecía. Nadie había hecho algo así con una pertenencia suya. Su cabaña resaltaba entre el pasto y el cielo. Sin duda le parecía hermoso.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora