Soy tu enfermero

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Los amigos interactuaban durante la clase, aprovechando el poco tiempo que tendrían juntos, ya que Sirius seguía en su empeño de cumplir su supuesto castigo, preocupado únicamente de poder ayudar a su pareja para que los días fueran un poco más llevaderos, pues debía aceptar que era incapaz de evitar su dolor.

James parecía comportarse frente a Severus, no haciendo comentario alguno sobre la relación que mantenían ni dirigiéndose a él, salvo algún pequeño vistazo que le echaba de vez en cuando. Estaba agradecido por aquel hecho, pero a la vez se sentía algo entristecido al ver que no salía de él disculparse por todas las idioteces que había cometido.

—¿Iréis a Hogsmeade este sábado? —preguntó el de ojos grises por pura curiosidad aprovechando que la clase ya había terminado.

—Pues... Yo he quedado allí con alguien. —Asintió recordando las palabras de Peter. Se había olvidado de preguntar después de que se había puesto a hablar sobre Sev, aunque suponía que sería algún ligoteo de James.

—También tengo cosas que hacer —habló el más bajo, guardando en secreto a dónde solía marcharse.

—Supongo que me quedaré en Hogwarts. Ir solo tampoco sería tan divertido —comentó Remus recogiendo sus utensilios—. ¿Quieres que te ayudemos a llevar algo?

Respondió que no era necesario mientras cruzaba la bolsa en su pecho, dejándola apoyada en su hombro derecho. Puso la silla en su sitio, girándose hacia el Slytherin y ofreciéndole su brazo para que pudiera tomarlo y levantarse lo más recto posible. Él intentó no pensarlo mucho, pues si lo hacía, quedaría allí sentado esperando que el resto se marchara para que no le vieran hacer algo así. Murmuró un "gracias", dirigiéndose directamente a la salida para evitar todas aquellas miradas.

La nariz de Remus se arrugó con desagrado, algo que sólo notó el de ojos grises. Odiaba verle en ese estado sabiendo que él era el causante de las heridas, simplemente era algo que no podía pasar por alto.

Se despidió rápidamente de ellos, temiendo que su pareja se marchara sin siquiera esperarle, aunque al llegar a la puerta notó que estaba allí de pie.

—Ya creía que te habías ido sin mí —bromeó.

—¿No te apetece quedarte con ellos un rato? Puedo llegar solo al cuarto.

Sirius se negó a dejarle marchar solo. Aún estaba demasiado débil y una vez allí, necesitaría ayuda para ponerse cómodo.

—¿Qué clase de pareja sería si dejo de cuidarte y permito que comas solo? —Frunció su ceño en un claro desacuerdo con su propuesta.

Remus salió detrás de sus amigos, notando que se habían quedado algo anonadados con la actitud tan protectora de Sirius. Así era él, pero entendía que fuera chocante para ellos verlo de primera mano.

El brazo de James pasó por encima de sus hombros, manteniéndole bien cerca durante el camino. Suponía que quería reconfortarle para que no se sintiera mal.

—Ya puedes quitar esa cara larga. Se recuperará en un par de días —comentó Peter, caminando con ellos por el pasillo para volver a su sala común.

—Diría que le hará falta algo más que dos días, pero sí, supongo que debería dejar de comerme la cabeza, aunque...

—Es difícil, Remus. Yo estaría igual que tú, sin importar quién sea el herido. —James siempre había evitado imaginar el dolor de Remus, porque no le apetecía asumir algo que no podía cambiar—. Pero te ha dado las gracias. Supongo que eso es que no te guarda rencor, ¿no?

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora