Los Merodeadores salieron de debajo de la capa al introducirse en el pasillo secreto que ocultaba el sauce boxeador, siguiendo a Remus que era el encargado de hechizarlo y retirar su inmovilización al ya estar seguros en ese túnel.
El castaño estaba muy nervioso. Iba a ser la primera vez que compartía su transformación con otras personas alrededor. No podía dejar de sentirse inseguro porque deseaba con todo su corazón no herir a ninguno de sus compañeros.
—Vamos, Lunático. Todo estará bien. Tú sabes mejor que nosotros que los licántropos no atacan a otros animales. —Sirius pasó su mano por la espalda del chico.
—Pero vosotros no sois animales —replicó.
—Tenemos la forma de animal, lo mismo es. —James se adelantó hacia la casa, abriendo la puerta que les permitía el paso.
Los chicos habían estado practicando su transformación para acostumbrarse a ella. El más cómodo era Sirius, que amaba ser un perro tan grande, tanto que en ocasiones pensaba en huir al bosque para dormir en su forma animaga.
—Chicos, yo me quedaré con Remus y vosotros esperaréis a mi señal. Si me ataca, gruñiré y vosotros entraréis para aturdirlo. Si actúa como un licántropo, ladraré y podréis entrar en vuestra forma animaga.
—¿Y cómo abriremos la puerta como animagos? —preguntó el asustado Peter.
—Puedo abrirla como perro sin problemas. Venga, esperad ahí que no queda mucho tiempo —resolvió cerrando la puerta y girándose para mirar los ojos marrones—. Estoy contigo, Lunático. No vas a volver a estar solo.
Remus secó dos lágrimas que se habían escapado de sus ojos, sintiendo pánico por herir a su querido amigo. Ambos se cogieron de la mano, confiando plenamente el uno en el otro. Sirius se transformaría en cuanto Remus estuviera cambiando su forma. Por primera vez vería lo doloroso que era, y por ello también había echado a sus dos amigos. Detestaba tener que ser tan consciente del dolor del castaño, pero si él era capaz de aguantarlo y seguir adelante, no se quedaría atrás.
Escuchó el jadeo doloroso de Remus, que parecía contenerse únicamente porque tenía compañía. Los huesos crujían y se salían de su lugar. Tuvo que mentalizarse para transformarse en ese instante, porque estaba demasiado sorprendido de que su amigo no se quedara inconsciente por tanto dolor que debía estar sintiendo en esos momentos. Le vio perder la estabilidad y no pudo más que posarse debajo de él para que no chocara con el suelo. Si Remus le atacaba, estaba muerto. No importaba que gruñera, le estaba dando la espalda y sus amigos no llegarían a tiempo para noquearle.
Sintió su corazón romperse por esos momentos agónicos. Tenía ganas de llorar y de abrazar a su amigo.
El hombre lobo se levantó con cautela, mirándole con curiosidad. Olía el ambiente para comprobar quién era, aunque debía recordar que Remus no podía mantener su parte humana. Él entraba en un extraño sueño en el que vivía, aunque no razonaba como usualmente haría.
Saltó de un lado a otro para confirmar si le atacaba, pero sólo le miraba con curiosidad, hasta que imitó sus movimientos, como si estuviera jugando con él.
Ladró al instante, comprendiendo que estaba en lo cierto. Remus no tenía nada que temer, porque un hombre lobo no atacaba a otros animales. Escuchó unos golpes en la puerta a la que se dirigió a abrir, posando sus patas encima para generar peso en la manilla. El ciervo ingresó con la cornamenta preparada, a pesar de haber oído el ladrido. La rata estaba escondida tras la puerta, con miedo a salir y ser devorada. Era el que más tenía que perder. Demasiado pequeño entre aquellos tres.
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La rivalidad que crea la atracción
FanfictionEntrar a Hogwarts despierta un sentimiento único. Para muchos es considerado su segundo hogar. Severus lo verá como el único dónde podrá escapar de los abusos de su padre. Sin embargo, no todo será fácil para él, pues su turbia infancia provocó que...