Plantando la semilla de la duda

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Los alumnos estaban emocionados porque tan solo quedaban dos semanas para terminar el curso escolar, pudiendo ir a visitar a sus familiares y tomar un respiro de tantos estudios. Los menos académicos se preocupaban por sus notas, mientras que los demás ya empezaban a tomar tiempo libre para pasar tiempo con los amigos de Hogwarts.

Pronto el castillo volvería a verse vacío, sin embargo había algo distinto en estas vacaciones. Él pasaría unos días fuera, sin sufrir aquella ansiedad y el miedo que se apoderaban de él cuando debía dejar la escuela.

Caminaba perdido en sus pensamientos, imaginándose el rostro de Sirius recién despierto, como le había podido observar en una ocasión. Mordió el interior de su mejilla intentando retener la sonrisa que quería formarse en su rostro.

De pronto, sintió un fuerte golpe en su hombro, empujándole de lado. Al girar la cabeza para ver de quién se trataba, se topó con Potter, que se limpiaba como si hubiera tocado algo sumamente asqueroso.

—Cómo no. El único que puede estar por el medio eres tú. —espetó con rabia, a pesar de ser el culpable del golpe, ya que había salido corriendo de la biblioteca por la que pasaba Severus en ese momento—. ¿Aún no te cansas de joder la vista de la gente?

—Tienes tanta poca inteligencia que ni te has percatado que tú ya llegaste siendo miope. ¿Tu única neurona no da para más, Potter? —Estaba furioso por sus palabras, no podía negarlo.

Al instante se arrepintió de haberse metido en aquello, porque Potter decidió actuar de forma cobarde, buscando el apoyo de sus amigos. Lupin desvió la mirada, queriendo desaparecer de allí, pero Peter no iba a dejar sólo a James, por lo que Sirius tuvo que meterse de alguna forma al ver que su amigo avanzaba a por Severus.

Se abalanzó sobre el Slytherin para evitar que Peter lo hiciera por él, sabiendo que Severus se pondría sumamente nervioso y que él no podría quedarse quieto al ver aquella escena.

—Ni se te ocurra tocarme, Black. —dijo Severus mirándole directamente a los ojos.

Sirius no tardó en darse cuenta de lo que significa aquello. Un mudo agradecimiento por evitar aquel contacto tan indeseado. No iba a permitir que le hicieran daño.

—¿Ya te has cansado de hablar? Vaya hombría la tuya. —espetó James con una sonrisa triunfante en el rostro.

—¿Hablas de hombría? Eres tú el que necesita llamar a sus amigos para que le ayuden. El Gryffindor con menos valentía del colegio, por mucho que intente fingirla. Eres un pusilánime.

De reojo pudo observar a Lupin hechizar el final del pasillo, causando ruido como si alguien se acercara. Sirius le soltó de forma inmediata, al parecer sin darse cuenta que aquello era un truco.

—Por lo menos tengo amigos. ¿Tú a quién tienes? —James se había acercado un poco, quedando tras el cuerpo de Sirius, que seguía cerca del Slytherin.

Aquellas palabras le estaban doliendo. Quería gritar que tenía a su gran amigo Sirius Black, a Regulus, a Lucius... Pero aquel roce en su mano le hizo reflexionar.

—Tengo un apoyo inmejorable, algo que tú nunca conseguirás porque no eres más que un niñato arrogante que no puede mirar más allá de su nariz, creyendo que es el líder de un grupo que está formado por integrantes que él considera que no opacan su grandeza. —Expresó Severus con mordacidad—. Pero te equivocas, Potter. Eres el más despreciable y patético de tu grupo. Deja de creer que sin ti no son nada, porque eres tú el que necesita de ellos.

—¡¿Cómo te atreves?! —James intentó alcanzarle para golpearle, pero Sirius le detuvo antes.

Severus aprovechó para marcharse cuando él intentaba tranquilizar a su amigo, diciéndole que sólo le estaba provocando para luego meterle en problemas, sin embargo la duda quedó en los amigos cuando el Slytherin se había ido.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora