Actitud paternalista

928 141 26
                                    


Sirius tomó su maleta sin saber muy bien a dónde iba a ir. Hasta que no había llegado el momento de dejar Hogwarts, no había pensado que estaba desamparado, pues su cabeza estaba centrada en Severus.

—¿Estás listo? —preguntó el castaño, ante lo que asintió sin muchas ganas. No, no estaba listo para marcharse de Hogwarts sin ver a Severus y sin saber que él estaría allí a su vuelta—. Vamos, Canuto.

Su amigo tomó su mano, sacándole del cuarto junto a las dos maletas. Por el bien de todos, James y Peter habían salido antes por petición del licántropo, pues no quería tener una pelea el día de la despedida. Sirius aprovechaba las paradas por los pequeños atascos de los alumnos intentando dirigirse a los carruajes para apoyar la cabeza en el hombro de su amigo. No sentía las fuerzas necesarias para afrontar aquella situación solo.

—Ni siquiera sé dónde voy a ir, Remus —confesó con un deje de tristeza. No quería volver a casa de sus padres y darles la razón.

—Vendrás a nuestra casa, por supuesto. —El chico soltó la maleta y despeinó aún más el cabello moreno.

Al fin pudieron salir a los jardines, encontrándose con varios alumnos apenados al despedirse de compañeros que pasarían sus navidades en Hogwarts. Los ojos castaños buscaron por ellos sin decirle nada a su amigo, esperando ver a Snape por allí, al menos despidiéndose de Regulus, pero sólo encontró al menor hablando con Linette ya montado en un carruaje.

Sintió los dedos de Sirius apretándose en su agarre, probablemente por el dolor de no ver a Severus allí. Era imposible que él no lo estuviera buscando también. Quizá habían confiado demasiado en los sentimientos del Slytherin.

—Seguro que mis padres se ponen muy felices al verte. Siempre me dicen que eres un gran chico —comentó desviando la atención a algo más agradable.

—¿Y tú qué les has dicho?

—Pues la verdad, Sirius. Que eres peor que un dementor —bromeó sacándole una pequeña sonrisa y consiguiendo que Sirius le diera un pequeño empujón amistoso.

El mayor ayudó a subir las maletas al carruaje y tomó la mano que su amigo extendía para darle un pequeño tirón, situándole a su lado, pero el moreno decidió pasar una pierna por su espalda, dejando a Remus sentado entre ellas.

—Quizá tenga un carácter explosivo, pero yo no diría que es como un dementor... ¿De un hombre lobo quizá? —Sus brazos se posaron sobre sus hombros, abrazándole en un claro gesto de agradecimiento por todo lo que estaba haciendo por él.

—Ya te gustaría. Estás demasiado domesticado para ser un lobo. —El castaño soltó una pequeña risa—. Más bien tendrías la categoría de perro.

Sirius se carcajeó suavemente al ver la confusión en los rostros de los alumnos que les acompañaban. Si supieran que todo aquello era verdad, que frente a ellos tenían a un hombre lobo y un animago no registrado que parecía el Grim...

—Te invito a algo del carrito —musitó Sirius, manteniendo su mejilla pegada en la espalda del otro.

—Te lo permito esta vez, pero no te acostumbres.

No podía negarle que le comprara algo si eso le hacía sentir mejor, porque en esos momentos sabía que su amigo lo único que quería era ser feliz, y aunque supiera que no podía darle la felicidad que él anhelaba, haría todo lo que estuviera en su mano.


Suspiró pesadamente al ver las sonrisas de aquellos dos. No podía negar que su pecho dolía tras ver la cercanía de Sirius con Lupin. Ver sus manos cogidas, el abrazo que su novio le había dado. No, no era su novio. Ya no.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora