Una montaña rusa de emociones

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Posó la bandeja con comida en la cama, acomodando el espejo frente a él, usando la madera que quedaba en los pies para sujetarlo. Se sentía muy incómodo con esa situación, pero Sirius le había suplicado que cenaran juntos, alegando que volvía a notarle un poco más delgado y él no había podido negarse, aunque la idea de comer frente a alguien que le estaría mirando continuamente le resultaba intimidante.

—Sirius Black —pronunció en voz alta.

Su imagen apareció en el reflejo, aunque parecía estar escribiendo algo sumamente concentrado, sin notar que ya estaba siendo observado. Aclaró su garganta para llamar la atención del Gryffindor, que alzó la vista en un instante.

—Hola, cariño. Me pillas con las manos en la masa —habló dejando a un lado la lista para poder sentarse como un indio y alcanzar la bolsa de comida que había comprado en el mismo establecimiento al que había llevado una vez a Severus.

—Hola. —Cogió aire intentando relajarse un poco—. Puedes continuar escribiendo si quieres.

Sirius arrugó su nariz. No le hacía especial gracia seguir con esa tarea cuando tenía la imagen de su pareja frente a él.

—Gracias por cenar conmigo. Me hacía mucha ilusión —comentó sacando la bandeja con tapa—. ¿Qué has elegido para cenar? Dime que no lleva pepino.

—Unos tallarines con verduras y pollo, ¿y tú?

—Pues... He ido a comprar comida a la tienda que estaba cerca de aquí, ¿la recuerdas? —Severus asintió, observando el plato que Sirius le mostraba—. Y en cuanto he visto la lasaña de carne no he podido evitar pedírmela.

—¿No te sentará mal cenar tan pesado? —Frunció el ceño al ver que sacaba una bandeja más de la bolsa, además de una botella de agua y una cajita.

—En absoluto. Esto me ayudará a dormir mucho mejor —aseguró mostrándole una gran sonrisa—. En esta bandeja tengo yogur con fruta para el postre y en esta cajita... —dejó las cosas por la cama para poder abrirla y mostrarle la tartaleta hojaldrada rellena de crema pastelera y avellanas—. Un pequeño antojo.

Severus negó con la cabeza. Algún día tendría malestares estomacales por comer tantísimo.

—¿Y tu secreto para mantenerte en forma? —Aquella pregunta hizo reír a Sirius, que sólo podía encogerse de hombros en respuesta.

—¿Y tu postre?

Severus alzó su cuenco lleno de macedonia hasta la mitad. Sabía que hacía bien al llevársela, pues no dudaba de que Sirius controlara la cantidad de su comida. Parecía satisfecho con las raciones. No era mucho, pero al menos cenaría, que ya era un avance.

—Hay algo que quiero preguntarte, pero no sé cómo hacerlo —soltó Sirius.

—Sólo dilo.

—¿Tienes...? Quiero decir, ¿has hablado con Malfoy? —Dudó sobre mencionar a su padre. Con sólo decir su nombre podía provocar ansiedad en su pareja y no deseaba crear un ambiente desagradable en la cena que estaban compartiendo.

—No... El último día que recibí una carta suya me informaba de que estaría viajando, me dijo que podía escribirle si necesitaba algo, pero no me he atrevido.

Asintió mordiendo sus labios con lástima. Deseaba saber que ese hombre había abandonado ese mundo para que Severus pudiera vivir mucho más tranquilo, logrando avanzar, porque no le cabía duda de que lo haría.

—¿Sabes lo que ocurrió, Severus? ¿Estás seguro de que ella ya no está? —observó que movía su arroz con el tenedor.

—Estoy seguro.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora