Alphard Black

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La voz de Severus se hizo presente, provocando que soltara el espejo y quedara un rato más escuchándole. Necesitaban hablar, no podía huir en esos momentos tan importantes. Sobre todo porque le estaban acosando de nuevo y no podía permitirlo.

—¡Claro que estoy seguro! ¡No me preocupa lo que digan de mí, si igualmente hablarán mal! ¡¿Qué más da que ahora digan que soy uno más en tu lista o que soy una simple apuesta?!

—¿Quién te ha dicho eso? —Sirius observó cómo se tapaba el rostro—. Severus, dime quién fue.

—Jackson, pero no importa. ¿No has visto el cartel? Para ellos soy alguien fácil que se acuesta contigo, pero el problema es cómo te vean a ti. ¿Y si la gente empieza a hostigarte?

Sirius observó con detenimiento las manos de Severus, notando que temblaban. Su pecho subía y bajaba algo agitado.

—Relájate, Severus. Vamos a pensar un poco más. —Deseó poder darle un abrazo en esos momentos—. Por el momento dile a Slughorn lo de los carteles, si te preguntan haz como si nada. Si quieres guardar el secreto, guardaremos el secreto.

Le dio unos segundos para poder pensar en ello. Sí, sabía que era absurdo retrasar el momento. Potter y Pettigrew estarían ahí siempre, por lo que llegaría el día que tuviera que afrontar la verdad, pero aún no estaba preparado. No quería perder a Sirius ni verle mal porque sus amigos se separaban de él.

Destapó sus ojos al escuchar la petición de Sirius para que le mirara.

—Todo este tiempo te he sentido más distanciado, como si te costara besarme o tocarme. Me encantaría saber el porqué.

—No quiero ser un cualquiera —confesó en un susurro.

—No lo serás. Es normal tener contacto físico. —Sirius tomó un poco de agua del vaso que se encontraba en su mesilla—. Debo pedirte disculpas porque sé que voy un poco... adelantado en este tema. Nunca he querido hacerte sentir como uno más.

—No lo has hecho. —Se castigó mentalmente porque sabía que Sirius deseaba mucho más de él y sin embargo debía volver a tener la paciencia para recibir un mísero contacto, por más leve que fuera—. No soy un cobarde...

—Te considero todo lo contrario. Siempre te lo he dicho y lo defenderé hasta que muera.

—¿Y si acabo como dijo mi padre? —recordó dolorosamente aquellas palabras.

Sirius necesitó pensar por un momento a qué se refería, ya que ese hombre sólo había dicho cosas horribles.

—¿Quieres decir a cuando consideró que acabarías siendo un prostituto? —observó el dolor en aquellos ojos negros—. Él nunca llegó a conocerte, dudo que pueda saber tu futuro entonces. No te rindes y eres un gran estudiante. Tendrás una carrera laboral insuperable de la cual te sentirás muy orgulloso y nunca estarás con nadie que no quieras estar. Además...

—¿Además qué? —preguntó temiendo que se refiriese a la incapacidad por su físico.

—Me prometiste que sería el primero y el último en tu vida.

—Y lo sigo manteniendo.

—Entonces que le jodan a ese moribundo. Él no puede saber nuestro futuro porque no nos conoce de nada. —Sonrió al ver que Severus se acomodaba en una posición menos tensa—. Lo mío no es simple morbo pasajero. Si mañana nos acostáramos juntos, pasado estaría deseando repetirlo, porque me encantas y me encanta tu cuerpo. Y disculpa por ser tan directo, pero debo confesarte que más de una vez he tenido que acabar masturbándome al haber estado contigo.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora