Fantasía rota

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Severus buscaba en los setos, pero no había ni rastro de su libro.

—Quizá podamos pedir ayuda a algún profesor. —Sugirió Lily al no encontrarlo de ninguna forma, ganando un suspiro de su amigo—. Diremos que es mi libro, no te preocupes.

—¿De verdad harías eso? —preguntó Sev. La pelirroja le sonrió y le pidió que le acompañase, buscando al profesor Slughorn, que era el más cercano a la zona. Llamó a la puerta con sus blancos nudillos, pidiendo paso en su despacho.

—Pero si está aquí la encantadora Lily. ¿En qué puedo ayudarte?

—¡Hola, profesor! Verá, señor... Es que he tenido un accidente en el pasillo. Me tropecé y caí al suelo, con tan mala suerte que mi libro de pociones voló por la ventana. Severus ha intentado ayudarme a buscarlo, pero no conseguimos encontrarlo y nuestros Accio no son muy poderosos. ¿Podría ayudarnos a encontrarlo, por favor? —pidió de forma amable y educada. Severus le observaba, envidiando su cortesía. Entendía que hubiese hecho tantos amigos en Gryffindor, puesto que él mismo la consideraba muy superior a todos los del colegio.

—Por supuesto, señorita. Llévame por el lugar. En un segundo haremos volar ese libro de vuelta a sus manos.

La chica comenzó a caminar y Severus les siguió en silencio, agradeciendo el gesto de su amiga.


Lily entró como una verdadera leona a su sala común, parando sus pasos frente a una mesa que estaba ocupada por cuatro amigos. James y Sirius, que jugaban al ajedrez mágico, Remus, que estaba perdido en su lectura y Peter, que desenvolvía algunos dulces para devorarlos.

—¿Por qué tenéis que ser tan insufribles? Sev no os ha hecho nada. —preguntó molesta, cruzando los brazos.

—Nos trató como si fuésemos menos inteligentes que él. ¿Quién se cree? —respondió Sirius.

—Vosotros le lanzasteis un libro antes que él dijese nada. Dejadle en paz, ¿de acuerdo?

James se carcajeó de forma sonora.

—¿Te ha pedido él que vengas a defenderle? ¿No puede hacerlo solo? —Peter rió el comentario de su amigo. Remus se veía avergonzado de toda la situación, intentando mantenerse al margen.

—Por lo menos él tiene a alguien que le defiende por cariño y no por simple interés. —sentenció ella, marchándose a su cuarto.

Los amigos se miraron extrañados.

—¿Qué ha querido decir? —preguntó James.

—No le hagas caso, ni siquiera nos conoce ni conoce a Snivellus lo suficiente. Ya verás que llegará el día que dejarán de ser amigos. —comentó Sirius encogiendo los hombros y moviendo una pieza.

James se carcajeó por el apodo, seguido de Peter.


Severus entró a los baños de Slytherin, sabiendo que ya era muy tarde y que todos estarían preparándose para ir a cenar o incluso ya en el Gran Comedor. Se había vuelto su rutina el ducharse a esa hora para no encontrarse a ningún compañero, puesto que el baño era para todos los chicos, aunque las duchas fuesen individuales. Vio su piel golpeada, en tonos morados y verdosos, reflejada en los brillantes azulejos de la pared.

Recordó el primer día que fue al baño, siguiendo al prefecto Lucius, quien había llamado a los de primero para indicar la pequeña organización que ya tenían hecha, aunque como bien indicó, él usaba el baño de los prefectos. Sus compañeros en seguida se animaron a tomar una ducha antes de dormir, sintiéndose reconfortados por el agua caliente, sin embargo él sintió pánico. Todos salían con la toalla, dejando expuesto gran parte de su cuerpo. «¿Cómo iba a hacer algo así? No quiero asquear a nadie...», pensó volviendo en sí tocando la peor marca en su piel. Acabó de ducharse rápidamente, vistiéndose incluso antes de salir de la ducha. Sería mejor que no fuese a cenar, no se sentía con ánimos.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora