El mapa de los Merodeadores

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Se retiró la capa una vez estuvo dentro de la sala común, sin salir de aquel corto pasillo que le escondía del salón. Aún había algunos alumnos despiertos, aunque eran pocos los que no sucumbían a esas horas.

Caminó hasta su cuarto. Aún no tenía sueño, por lo que prefería coger algo para entretenerse e ir fuera para no molestar a sus amigos.

Remus se incorporó en la cama al verle dirigirse a su baúl.

—Hola, Sirius. ¿Qué tal ha ido el cumpleaños? —Escuchó un bufido de respuesta, por lo que no tuvo más opción que levantarse y seguir a Sirius, que ya se marchaba a la sala.

Caminaron escaleras abajo en silencio porque un par de compañeros se iban a sus dormitorios.

—¿Ha ocurrido algo malo? —preguntó una vez pudieron ocupar una de las mesas.

—No, en realidad ha ido muy bien.

—¿Entonces a qué viene esa cara? —Remus asintió cuando Sirius le mostró un tablero de ajedrez. Por lo menos podrían echar una partida mientras charlaban.

El mayor puso todas las piezas en orden, dándole las blancas a Remus para que empezara él.

—Cada vez me cuesta más aguantar ciertas cosas.

—¿A qué te refieres? —Frunció su ceño. Parecía que todo iba bien y él mismo se lo aseguraba.

—Estoy muy necesitado —sollozó apoyándose en la mesa.

Remus empezó a reírse de una forma silenciosa, pero incontrolable. Era cuestión de tiempo para que Sirius sufriera aquello, aunque la situación no podía parecerle más graciosa.

—Eso, encima ríete. —Sirius no pudo retener la sonrisa al ver a su amigo carcajeándose de él haciendo el menor ruido posible—. Debes entenderme, Lunático.

—Más o menos. No todos tenemos una sexualidad tan precoz. —Despidió con una enorme sonrisa a las dos últimas chicas que abandonaban la sala, dándoles las buenas noches—. Recuerda que eres el único de nuestro grupo que ha tenido algún acercamiento, ya sea con una chica o con un chico.

—James está igual de salido que yo.

—Él tiene curiosidad, pero no creo que aún esté pensando en tener una relación.

—¿Tan raro soy? —preguntó preocupado. Nunca había pensado en ello de esa forma. Solía creer que era algo positivo el ser tan activo, ya que demostraba confianza en sí mismo.

Remus encogió los hombros sin saber muy bien qué decirle. ¿Era malo? Todos sabían que Sirius no mantenía relaciones estables, por lo que no engañaba a nadie, aunque después de Snape... Quizá para su relación con él sí que era algo problemático.

—¿Cuándo empezaste a sentirte atraído por lo sexual?

—Cuando... —Intentó hacer memoria—. Creo que fue cuando empecé a pensar por mí mismo. Comencé a llevarle la contraria a mis padres y puse mil imágenes de motos muggles en mi habitación. Las revistas me las conseguía mi tío y siempre llevaban pósters. Salían muchas mujeres sugerentes, así que empecé a ponerlas a ellas también. Al inicio no me decían mucho, pero mis padres estaban tan alarmados por eso que empecé a verlo de otra forma.

—Quizá fue tu mecanismo de defensa el que actuó dándole importancia tan pronto —concluyó Remus. No sentía que pudiera ayudarle mucho más en esos temas.

—Pero una paja a nuestra edad es normal, ¿no? —Remus asintió mientras movía una ficha—. Tampoco le estoy pidiendo una orgía.

—¡Sirius! —regañó.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora