Ser eso es una ofensa o...

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Abrió los ojos visualizando el cuarto vacío al que ya estaba acostumbrado. Sentía su cuerpo sumamente pesado y eso sólo podía significar una cosa, había dormido hasta tarde. Su reloj le confirmó su pensamiento, pronto sería la hora de comer.

Se levantó creyendo que lo mejor sería dejarse ver por el salón antes de hablar con Regulus, que era lo único que le añadía algo de diversión a su rutina. Lamentó dar el primer paso notando un pinchazo en su cabeza. Lo que faltaba para añadir a ese estresante día, un dolor de cabeza insistente.

Se tomó una ducha y se puso sus ropajes, incluido el jersey que tanto amaba desde que Sirius se lo había regalado. Salió de la sala común de Slytherin. Apenas había gente por los pasillos y aquello realmente le agradó, porque no tenía que preocuparse por ninguna mirada o murmullo.

—¡Mirad quién viene por ahí! —Una voz chillona y desagradable se hizo presente.

Mary Thomas estaba sentada en uno de los escalones de la escalera principal junto a alguno de sus amigos que no tenían expresiones de amabilidad.

«Lo que me faltaba...». Siguió caminando para dejarlos atrás, aunque estaba atento a sus movimientos por si se abalanzaban a atacarle.

—¡Eh, Snivellus! ¿Qué se siente cuando te dan por el culo? —se burló uno de los chicos haciendo reír al pequeño grupo.

—¿Por qué me preguntas a mí? —contestó girándose y encarando la situación. Estaba cansado de huir porque aquello no le libraba de los enemigos, sino que sólo sumaban más y más.

—No te hagas el tonto, sabemos que eres el muerde almohadas de Sirius.

No pudo evitar fruncir el ceño ante aquella expresión tan desagradable. Su novio tenía cierto vocabulario sucio, lo admitía, pero no sonaba en absoluto como aquello. Era algo mucho más... atractivo.

—Para algo que sabéis y resulta que es erróneo... Si quieres el puesto, coméntaselo a él, pero dejad de implicarme en vuestras perversiones. He venido a estudiar, pero veo que eso no abunda en este colegio. —Se giró con toda la dignidad posible y se marchó hacia dentro del salón, apresurando su paso para no tener que volver a encararles.

Soltó el aire al sentirse seguro frente a la mirada de todos los profesores, incluido Hagrid que se encontraba en la mesa de los docentes. El semi gigante le saludó con una mano, al igual que Slughorn levantaba su vaso para darle la bienvenida. Hizo una breve reverencia con la cabeza y fue a la mesa de Slytherin, separado del resto de los alumnos.

Había llevado un cuaderno para poder escribir mientras comía, así al menos podría tener la vista centrada en algo que no fueran los demás, creyendo que con sólo mirar a alguien podía inducir a un malentendido.


James comentaba con Sirius sobre las jugadas más impresionantes que habían ocurrido durante el partido que finalmente, tras seis horas incluyendo breves pausas, había terminado. Euphemia se había encargado de traer comida de los puestos que estaban en la entrada para que ellos no se perdieran nada.

Remus reía por la efusividad en los gestos de James. Se notaba que vivía aquel deporte como si él mismo fuera un jugador.

—Será mejor que vayamos ya, querido —advirtió la mujer notando que algunos espectadores comenzaban a marcharse.

—Sí. Vamos, chicos.

Los cuatro abandonaron sus asientos, siguiendo al patriarca con ciertas dudas, ya que no se dirigían a la salida, si no a un pequeño edificio bajo las gradas. Visualizaron algunos trabajadores del evento, desde limpiadores, árbitro, jueces hasta que empezaron a ver a los jugadores. Estaban asombrados por poder adentrarse tanto y poder saludarles.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora