Un nerviosismo muy agradable

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Caminó hasta la enfermería, preocupado por no haber visto a Sirius en ningún instante desde la vuelta de Hogsmeade. Se preguntaba si habría llegado muy lastimado o si incluso había sido expulsado del colegio por haberle protegido, porque sí, tenía muy claro que había golpeado a Stevenson por sus palabras, por intentar herirle con lo que la gente consideraba más sagrado, el amor de sus padres y la muerte de los mismos.

Suspiró al llegar frente a la puerta, dispuesto a ingresar y lograr tener una respuesta, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, fue abrazado por la espalda por unos brazos que aparecían de la nada. Se dio la vuelta, sintiendo una fina tela cubriéndole.

—Justo venía a buscarte. —Analizó su cuerpo, intentando buscar algún tipo de herida.

—No hemos tardado mucho en la enfermería, pero hemos ido a hablar con Dumbledore y nos ha aconsejado cenar en el cuarto para que Peter pudiera descansar —explicó acercándole a él.

Severus apoyó su mejilla en el hombro de su pareja, mordiéndose el labio. Quería decir muchas cosas, pero sentía que su voz no lograba salir. El de rizos le llevó a una zona más apartada, pues si alguien salía de la enfermería chocaría con ellos, causando más problemas. Le levantó para sentarle en el alféizar de un ventanal, sobre sus piernas cruzadas, sosteniéndole con cariño.

—Te has lastimado —musitó el Slytherin notando el vendaje que tenía en la muñeca y parte de la mano.

—Sólo me he hecho un esguince al golpear. Madame Pomfrey me ha dicho que estaré recuperado esta misma semana si me tomo las pociones que me ha dado, pero no estaría nada mal tener un enfermero personal que me cuide —sugirió con una sonrisa.

—Eres un idiota. No deberías haber...

—¿Defendido a mi novio? Sí, lo he hecho y lo volvería a hacer. —Apretó a Severus en sus brazos—. No podía permitir que ese imbécil se fuera de rositas después de todo lo que te ha dicho.

El Slytherin se dejó achuchar, sintiendo las suaves caricias en uno de sus antebrazos. Sentía una gran tristeza, pero se negaba a seguir llorando por ello. No quería seguir siendo débil ni que su familia fuera un tema que pudiera derrumbarle.

—Gracias por defenderme —musitó sonrojado.

Sin ser la primera vez que Sirius le defendía ante alguien, sentía el mismo cosquilleo en su estómago. Quizá era la primera persona a la que no le importaba su propia seguridad con tal de resguardar su honor. Él siempre se había encontrado desamparado ante el mundo, teniendo que salir adelante y aprendiendo lo que una humillación tras otra podían cambiar su personalidad. Cada vez más huraño, más encerrado en sí mismo. Todo era un mecanismo de defensa para no seguir pisoteado por nadie.

Sintió un beso en su frente, una señal más de la protección y el cariño que Sirius no había hecho más que ofrecerle, sin recibir nada a cambio, pues él había sido incapaz de quedarse para ayudar a su pareja. Pensó en lo hermoso que hubiera sido tener las agallas de afrontar la verdad, de vendar la mano de Sirius al percatarse de su molestia sin importar que Potter estuviera allí presente.

—No puedo hablar por los demás, pero yo estoy muy orgulloso de que seas mi novio y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario por ti, porque sé lo mucho que te mereces ser feliz y quiero conseguir ser parte de eso —aseguró, notando que su novio escondía el rostro en el hueco de su cuello.


Unos días habían pasado desde la pelea en Hogsmeade. El grupo de Gryffindor había sido castigado sin poder volver a salir hasta después de las vacaciones de Navidad, por lo que Sirius había pedido a Regulus que trajera dulces para Remus siempre que pudiera, dándole el dinero necesario para que su amigo no lo pasara excesivamente mal. Por lo demás, las heridas parecían estar evolucionando de forma adecuada, aunque Peter sufrió dolores cuando su adrenalina había bajado y tras unas horas la hinchazón había empezado a ser molesta.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora