La distancia despierta sentimientos

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Al llegar dejaron las bolsas en el suelo y se tiraron sobre el sofá, sintiendo las piernas cansadas al no haber parado de caminar en ningún momento desde la hora de la comida. Euphemia les avisó de que pronto tendrían la cena, provocando que los cuatro muchachos miraran al reloj, percatándose que ya eran las siete y media.

—Hemos hecho más ejercicio que en Hogwarts —comentó Peter, que era el que más cansado se sentía ya que no solía practicar mucho deporte más allá de correr todo lo posible para escapar de los profesores o de Filtch en alguna de las travesuras que hacían.

—Lo bueno es que hemos encontrado varias cosas. Voy a subirlas al cuarto y así podemos cenar tranquilos —comentó Sirius poniéndose en pie.

—Te ayudo. —Remus se acercó a él, tomando algunas bolsas, incluidas las de James y Peter.

—Nosotros iremos a poner la mesa entonces. No tardéis que mi madre se pone muy pesada con el tema de cenar todos juntos —advirtió el de gafas, ayudando a Peter a levantarse—. Tranquilo. Hemos cogido asientos en las gradas, no tendremos que estar de pie —bromeó ante sus quejidos de cansancio.

Sirius dejó un par de bolsas en el suelo para ayudar a abrir la puerta del cuarto de sus amigos y que Remus pudiera dejar las cosas allí. En cuanto encontrara algún momento en el que su compañero de cuarto no estuviera, devolvería a su tamaño original la caja de zapatos, pero por el momento la dejaría tal y como estaba en su maleta.

—Al menos has podido encontrar algún detalle —Remus dejó las bolsas a los pies de su cama por si no deseaba ponerse a desempaquetar todo.

—Gracias por ayudarme.

Remus sonrió, saliendo del cuarto para poder lavarse las manos en el baño antes de bajar a cenar. Sirius observó que él no había comprado nada. No tenía más que la pequeña caja de macarons que había comprado para sus padres.

Se fue con él, cerrando la puerta del cuarto por simple costumbre. Le abrazó por la espalda, apoyando la cabeza en su hombro.

—Qué ganas tengo de dormir. —Cerró los ojos escuchando el sonido del agua.

—No creo que ninguno de nosotros aguante mucho, será cenar y al cabo de una hora, dormir.

—¿Tanto? Podría dormirme en la mesa.

Remus se rió. Él también sentía sueño, aunque solía aguantar más cansancio que el que sentía en esos momentos. Animó a Sirius a lavarse las manos, esperándole para bajar juntos.

—Huelo carne —adelantó el hombre lobo.

—Menos mal, ya no sabía cómo librarme de la sopa de cebolla —bromeó.

Los padres de James habían hecho todo lo posible por informarse sobre la cocina francesa para hacerles pasar unos días conociendo la cultura aunque estuvieran en la tienda de campaña.

—¡Esto tiene una pinta deliciosa, señora Potter! —aduló Remus tomando asiento en la mesa.

—Se trata de bœuf bourguignon, un plato típico de aquí. Esperamos que os guste, chicos —habló Fleamont, sentándose junto a su esposa.

—Muchas gracias. Buen provecho. —Sirius tomó su tenedor, tomando un pedazo de carne que estaba muy tierno.

Cenaron juntos mientras escuchaban la batallita de los esposos, que por supuesto tenían mucho que contar porque disfrutaban de una vida muy acomodada y podían permitirse viajar mucho, lo que provocaba jocosas vivencias en los distintos lugares que habían conocido.

La rivalidad que crea la atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora