Capítulo 4.

6.6K 369 13
                                    

—Justin, Justin Bieber —_____ leyó el tablero que tenía en sus manos. Justin. Lindo nombre. Trató de que su voz sonara lo más calmada posible—. ¿Estoy en lo correcto? —se atrevió a mirarlo. 

Justin asintió levemente, mientras movía con nerviosismo su pierna izquierda, se balanceaba; atrás y adelante, atrás y adelante. 

—Le tomaré la presión. Por favor, retire su camiseta —informó. 

_____ al momento de verlo sin su playera, olvidó como respirar. Se acercó junto con la bombilla para tomarle su presión y trató de no tocar demasiado los músculos de sus brazos, y se sentía una completa inexperta en el asunto de hombres al ver como sus manos temblaban levemente.

Y mientras lo rodeaba con el instrumento, ella lo vio de reojo. Sus ojos estaban viendo hacia el suelo, haciendo que ____ notara lo largas y gruesas que eran sus pestañas. El músculo de la mejilla se marcaba, estaba tenso, lo podía notar.

—Esto le apretará durante un momento, pero no dolerá —le informó, y después se preguntó si dijo aquello solamente para terminar con el silencio que se formó. Y aunque con los otros 9 soldados haya sido igual, no le había incomodado tanto como con él. 

Apretó el pequeño globo, y la cinta comenzó a inflarse. ____ vio como Justin hacía una mueca. Era algo normal.

—Tu presión está nivelada, Justin —se alejó más rápido de lo normal una vez que acabó y anotó los resultados en la tabla.

—¿Puedo irme ya? —su voz ronca y seria sonó después de un silencio. 

_____ apretó los labios, hasta su voz hizo que se estremeciera. 

—Si, puedes retirarte. 

Cuando se fue, _____ se dejó caer en la silla, inhaló hondo y después negó con la cabeza; regañándose por tener aquella reacción con un hombre que no conocía. Sólo era un simple soldado con el que nunca iba a tener nada que ver. Es más, ni siquiera la miró durante todo el tiempo que estuvieron encerrados ahí, tal vez no la había reconocido, tal vez estaba borracho aquél día en el bar y ella misma no se había dado cuenta.

Guardó todos los papeles de los 10 soldados que había tratado y con curiosidad, se fijó en la de Justin más de lo normal. Sus datos decían que era de Canadá, había entrado apenas a sus entrenamientos hace 3 meses y tenía 26.

—______ —la mujer de la entrada, pasó a su pequeño despacho, _____ guardó en el cajón con rapidez el documento de Justin—. Hora de comer —le informó. 

—¡Oye! —la llamó antes de que cerrara la puerta—. ¿Cuál es tu nombre?

—¿No te lo dije? —____ negó con la cabeza y la mujer soltó una risita—. Dime Mel. Vamos, es hora de comer.

____ se levantó de la silla, se puso de nuevo su chaqueta y salió junto con Mel hacia el campo. Durante el trayecto, Mel le habló que tenía 45 años, que tenía un hijo ya en la universidad, y que llevaba trabajando en el lugar 5 años. ____ le quiso preguntar si seguía casada, pero mejor se lo guardó para ella misma.

Entraron en un edificio que estaba pasando los árboles y alguno circuitos que ella no tenía ni idea de para qué servían. Era el más grande del lugar, las mesas eran largas de madera, divididos en grupos. 

—¿Comeremos con todos los soldados? —preguntó al darse cuenta de todo. 

Mel asintió con la cabeza.

—Nos sentaremos en la mesa de allá, es dónde todo el personal se sienta —señaló una hasta el final, de espaldas había una ventana, en dónde se veían los circuitos por los que habían pasado antes. A diferencia de las otras mesas, es que aquella estaba alineada horizontalmente—. Pueden llegar a ser muy ruidosos pero la mayoría de los soldados son agradables. 

_____ caminó detrás de Mel hasta que se sentaron en el extremo derecho de la gran mesa. 

—¿Y cómo fueron tus sesiones? —Mel se giró sobre su silla y la miró. Mel tenía el cabello obscuro corto hasta los hombros, tenía los labios pequeños y unos grandes ojos azules. 

—Mejor de lo que creí —admitió—. Todos están tan bien de salud. 

—Se tienen que mantener así, ¿no?

____ sonrió y asintió. 

Una alarma sonó y comenzó a escuchar pisadas y voces varoniles. Se atrevió a mirar sobre su hombro. Hombres y más hombres caminaban con sus pantalones militares, botas negras y con camisetas grises. Por la excitación que reflejaban sus rostros, _____ ya podía imaginarse le hambre que tenían después de todos los entrenamientos que llegaban a hacer todos los días. 

—No son muchos soldados —repuso _____ y se giró de nuevo sobre su silla.

—Este es uno de los campos mas pequeños que hay. Son unos 700, creo. 

Lo que era un comedor vacío, comenzó a llenarse con rapidez. Las voces masculinas cada vez se hacían mas fuertes y la fila para tomar los alimentos era cada vez más grande. ____ vio que él era el último en entrar después de unos minutos. Iba seguido del mismo chico del bar y otros dos a los que nunca había visto. Todos los hombres del lugar estaban rapados y charlaban junto con otros solados. 

A decir verdad, _____ se imaginaba que los campamentos del ejército iban a ser un poco más deprimentes y sin sentido. Pero al ver como los hombres hablaban con sonrisas en sus rostros con otros, le dio la sensación de que todos disfrutaban la idea de saber que algún día iban a prestar sus servicios al país. 

—Vamos a servirnos —Mel se levantó de su silla y esperó a que ____ hiciera lo mismo. 

La cabeza de _____ giró de la gran fila de soldados a Mel. 

—¡Pero la fila es enorme! 

—¡Oh! Se me olvida que eres nueva —respondió—. El personal se sirve del otro lado —apuntó hacia la otra esquina, dónde había otra barra de comida, no era tan grande como la de alado, pero estaba vacía—. ¿Ves? Vamos. 

____ se levantó y caminó junto con Mel por el otro lado del comedor. Al otro extremo de dónde estaban los soldados sirviéndose. Tomó una bandeja y se situó alado de Mel. 

La comida de su barra era totalmente diferente a la de los soldados, todo en ellos era proteínas y mucha ensalada. Luego se fijó en su plato de espagueti, verduras y lechuga. ____ desde que entró a la carrera de medicina, procuró comer más saludable y hacer ejercicio. 

Al momento de girarse para volver a sentarse, Justin apenas se estaba sirviendo, lo vio un rato parada, pero luego sacudió la cabeza al darse cuenta de que él también la estaba viendo desde el inicio de su barra. 

Maldita sea, se maldijo para sus adentros.

Soldier [j.b.] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora