«Tu deber estaba aquí conmigo. No debiste volver. ¿Acaso no fui suficiente para ti?»
Después de que Justin decidiera romper su promesa de no volver a sus servicios, Alba decidió dejar de esperar. Suficiente era con esperarle por 6 meses o hasta m...
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La vida da vueltas constantemente y con ello las decisiones también y así, el destino cambia. Muchos buscan remendar errores ofreciéndose a un sacrificio, un gran sacrificio. Pedir perdón, pedir una segunda oportunidad o cualquier método para obtener tu redención. La vida de Justin Bieber había estado basada en una serie de malas decisiones desde que su padre decidió irse. Buscó dinero fácil, golpear a hombres quedando casi al borde de la muerte, golpear al hombre que estaba acostándose con su madre y eso lo llevó hacia el campo militar. La única decisión buena que había tomado hasta ahora fue haberse relacionado con ella, con Alba. Y desde que había vuelto del servicio por el que estuvo fuera por siete meses, pudo sentir de alguna u otra forma que fue una vía de perdón hacia sí mismo, porque estaba protegiendo a una nación entera y aunque aquellos ciudadanos nunca conocerían su nombre y él tampoco, sabía que estaba contribuyendo a una buena causa por más aterradora que fuera.
Había vivido un infierno, si, pero Justin creía que no era comparado con el infierno que él mismo hizo pasar a los hombres que castigó por órdenes de un hombre cruel que lo tuvo dominado por mucho tiempo. No dormía y el apetito comenzaba a perderlo cada vez más. Justin Bieber necesitaba de algo más que pudiera hacerlo sentir merecedor de cierta felicidad que sentía cada vez que estaba con Alba. Pero también le había hecho daño a ella, la llevó al borde de un accidente que pudo haber acabado mucho peor y no veía de que otra forma podría encontrar las palabras para agradecerle a Dios que ese no haya sido su caso.
Aunque de una cosa de alegraba, Alba ya podía levantarse de forma voluntaria y sus dosis medicinales fueron disminuyendo con el paso de las semanas. Aún se le veía cansada y no dejaba de quejarse por la comezón que sentía en su brazo enyesado, pero Justin aún no dejaba que limpiara o cocinara para él. Su amiga, Hailey, era quien la visitaba más a menudo, comenzaba a agradarle, cuando quería podía dejar a un lado su personalidad de niña rica e insoportable que él siempre creyó que era cada vez que la veía en el bar borracha.
—¿Cómo te has sentido hoy? —le preguntó Justin dejándole su plato de comida enfrente suyo. Sus dotes en la cocina mejoraron y debía admitir que no era tan malo en ello.
—Mucho mejor —le sonrió—. Sólo quiero deshacerme de los puntos en la frente, no dejan de picar en ningún momento.
—En tres días tenemos cita con el doctor, nena —tomó un bocado del estofado—. Y después de ello, esperemos lo que dice sobre tus costillas y brazo.
—Las costillas son una incomodidad más, pero no como en el inicio y el moretón ya casi desaparece.
Siempre le incomodaba a Justin ver el gran moretón que Alba tenía en su cuerpo, pero le alegraba en silencio que aquello estuviera desapareciendo. Los raspones en su rostro ya habían desaparecido y ella fue muy cuidadosa en no quitarse las costras, no quería tener una cicatriz que no fuera la de su frente.
—Esto te ha quedado muy bueno, Justin —lo felicitó cuando estuvo a punto de terminar su trozo de estofado.
—¿Quieres más?
Alba asintió con la boca llena y él se apresuró a tomar su plato para servirle por segunda vez.
—¿Cómo han ido las sesiones con el terapeuta?
Justin se quedó callado y meditó durante unos instantes. El Doctor Miller era el hombre más paciente que conocía y nunca se equivocaba con las palabras que le decía. Le hizo ver que buscaba la emoción de sentirse merecedor de felicidad por el abandono de su padre y en cierto modo de Cara, cuando dejó de preocuparse por ella misma y por Justin hace ya tantos años. Aunque excluyó la parte sobre ser miembro del grupo de Jayden, aquello no podía contárselo aunque quisiera. Justin entendía que la pérdida de su sueño se debía a los traumas de perder a su mejor amigo, de ver a sus hombres morir y de ser herido en su hombro, tenía TEPT (trastorno de estrés postraumático) y le aseguró que no tenía porque avergonzarse de ello, ya que no era el único que sufría de tal condición. Con la información, Justin se relajaba porque sentía que comenzaba a volverse loco por la falta de sueño.
—Mejor de lo que esperaba —admitió—. Aunque mis problemas de sueño serán un poco más complicados de superar.
—Lo sé —ella suspiró—. Te he escuchado levantarte ya varias veces, Justin. Me gustaría que me despertaras y que pudieras hablar conmigo.
—No, nena, tú por ahora necesitas descansar más que yo. Lo que padezco es... difícil.
—Lo entiendo —parecía decepcionada, pero en el fondo Justin sabía que Alba lo comprendía mejor que nadie.
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Hasta ahora Justin Bieber se daba cuenta de la diferencia que existía entre Xavier y Winston. El segundo, no dejaba que llegaran ni un segundo tarde al lugar en donde les tocaba entrenar, él hacía los ejercicios con ellos y aún así encontraba el aliento para seguirles gritando. Winston los intimidaba, era duro, recto, obediente y esperaba que todos fueran igual que él, que siguieran su ejemplo.
Pero Justin sabía como leer a las personas y Winston se veía preocupado, su ceño estaba fruncido y no dejaba de pasar sus grandes manos por su cabello ya canoso. Había otro hombre susurrándole al oído, parecía acelerado y Winston estaba muy quieto en su lugar. Todos los soldados estaban colocados en fila india, rectos y sin dejar de ver al frente. Justin tuvo la suerte de ver hacia los dos hombres que parecían estar en el mayor debate de sus vidas. Sin duda, él no quería estar en la posición de Winston. La nostalgia le pegó cuando se imaginó a Cyrus a un lado suyo, susurrando con el cuidado de que no los descubrieran hablando sin permiso, seguramente haría una broma por la mala cara que tenía Winston. Justin Bieber admitía que lo extrañaba más de lo que creyó imaginar.
—¡Soldados! —exclamó Winston separándose del otro hombre—. Ha ocurrido otro ataque sorpresa en una de nuestras bases, se perdieron vidas, compañeros, soldados...
Justin cerró sus oídos. ¿Otro ataque sorpresa? Lo que ahora sentía es que estaba a punto de sentir otro ataque de pánico, pero no podía mostrarse así ante todos estos hombres. Sólo veía como el general Winston movía los labios y Justin podía sentir la tensión que comenzaba a crecer.
—...tendremos que mandar más apoyo, doblar nuestras fuerzas y por un periodo de tiempo incluso más largo, solados.
Justin parpadeó al escuchar aquella oración, ¿qué quería decir?
—Dos años, será el periodo de servicio que tendrán que aportar...
Escuchó un jadeo de sorpresa no muy lejos suyos y hasta él estuvo a punto de hacer el mismo ruido.
—...voluntariamente —sentenció y con ello, ordenó que comenzaran a entrenar.