Capítulo 37.

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Tomó una botella de agua extra de la alacena y la guardó en su mochila. Eran las 4 de la madrugada y Justin Bieber se sentía fresco esta mañana; no se sentía cansado ni mucho menos irritado por tener que ir por obligación hacia el campo.

Caminó los largos kilómetros, procurando llegar a las cinco como siempre lo hacía. Cuando estuvo ahí, se dirigió a los casilleros para dejar su mochila. Los demás comenzaron a entrar con él ya dentro. Algunos saludaban y otros pasaron por su lado.

—Siempre eres el primero en llegar —Cyrus abrió el casillero que estaba a un lado de él.

Aunque no quisiera, Justin sonrió a medias.

—¿Sabes que haremos hoy? —preguntó Justin mientras se ponía sus militares.

—Armas —respondió Cyrus—. Lo sabrías si durmieras aquí. Todas las mañanas me preguntas lo mismo.

—Tengo que cuidar a mi madre —justificó diciendo la misma mentira que decía siempre.

No dormía en el maldito campamento para no darle la satisfacción a Xavier de tener completo poder sobre él. Porque eso pasaba con los demás soldados que vivían en aquél lugar.

—Entonces, ¿es cierto?

Se giró hacia Cyrus ya fuera de los casilleros con el ceño fruncido.

—¿Qué?

Cyrus fingió desinterés.

—Que sales con la nueva doctora.

Justin frenó en seco.

—¿Quién te lo ha dicho?

Su amigo abrió los ojos impresionado y se acercó a él.

—¿Es cierto? —cuestionó inclinándose más hacia él—. Diablos, esto es nuevo.

—Espera —lo interrumpió y volvió a caminar—, ¿quién te lo dijo?

—Amigo, creo que todos lo saben. ¿Acaso se puede salir con tu doctora?

Cyrus se quedó desconcertado cuando Justin lo ignoró y se alejó casi corriendo por el lugar. Flexionaba sus puños con cada zancada de daba. Respiraba y luego soltaba el aire para controlar su coraje. ______ le había dicho que los había visto y la verdad en ese momento él no le dio importancia porque no creía que la tuviera. Hasta hoy.

¿Si se podía salir con tu doctora, cierto? Nadie, en su pequeño periodo en el campo, dijo que no se podía salir con ninguna del personal. Si Xavier le salía con esa estupidez cuando hablara con él, lo mandaría al diablo. Xavier no le podía decir nada. Si pudiera, le volvería a dar unos golpes.

Tocó con fuerza la puerta de la oficina de Xavier y esperó a que tuviera el permiso de pasar. No había formalidades cuando estaban ellos dos, ni tampoco existían los códigos que se supone que tendría que seguir cuando hablara con el jefe del campamento. Xavier entendía que nunca lo haría enfrente de él, no tenía cara para exigir alguna clase de respeto.

—Ah, Justin, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Xavier en cuanto éste estuvo enfrente de su escritorio con los puños apretados a los costados.

—No tienes porque ser formal aquí conmigo, Xavier, no hay nadie —pronuncio con voz segura y sin dejar de mirarlo.

Xavier se dejó caer en su silla y arqueó una ceja. El muy cabrón sabía lo que le convenía.

—Qué quieres —le dijo sin escrúpulos, dejando a un lado su actitud de jefe.

Justin inhaló hondo y apoyó las palmas sobre la silla que tenía enfrente. Recordó estar sentado en la misma hace meses. Cara había estado incómoda en toda la charla, pero Justin ni siquiera la miró. Había estado disfrutando de los cortes en el rostro de Xavier y de su ojo izquierdo morado. Después fue cuando llegaron al acuerdo de no levantar cargos si es que Justin comenzaba a hacer entrenamiento militar bajo el mandato de Xavier.

Soldier [j.b.] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora