Capítulo 60.

3.5K 195 9
                                        

Septiembre 8, 2015.

Sé que cuando recibas esta carta ya habrán pasado ciertas semanas, el servicio postal es una verdadera porquería, pero odio más que no estés aquí a mi lado. Ayer fue la fiesta de graduación de Jim y lo primero que me despertó en la mañana fue mi dolor de cabeza. Si, bebí como una verdadera loca, no pude controlarme y la resaca que tengo es una jodida mierda. Te extraño, ayer te extrañé a todas horas aunque admito que estando borracha me hizo olvidar por un rato que estabas lejos de mí y que no faltan 5 meses para volver a verte. La vergüenza de confesarte que aquella sensación me gustó es enorme, porque a pesar de que no estés a mi lado en este momento, puedo escuchar como gruñes con molestia y me regañas por haber perdido el control en cuanto a la bebida. Prometo no hacerlo de nuevo, no quiero volver a experimentar el dolor de cabeza y nauseas que ahora mismo estoy teniendo.

Yo también cuento los días para que vuelvas a estar mi lado, Justin y si me pagaran todo el dinero del mundo, lo utilizaría para traerte de regreso para que no vuelvas a donde sea que estés nunca más.

Te amo hoy y siempre.

Alba.

Alba nunca había experimentado una resaca como la que estaba teniendo esta mañana, después de guardar la carta en el primer cajón de su escritorio, bajó a la cocina por un vaso con agua y una aspirina, ya iría por la tarde a la oficina de correo. Tenía lapsos de lo que había ocurrido ayer por la noche en la fiesta de Jim, pero estaba segura que no hizo nada de lo que pudiera arrepentirse. Hailey se puso igual de borracha que ella y Nina al darse cuenta de que de ninguna manera su amiga se iría manejando en el estado que se encontraba, la acostó en su propia cama malhumorada. Nina casi no había bebido alcohol ya que explicó que alguien tendría que cuidar su hogar y Jim estaba indispuesto.

Con vergüenza Alba recordaba que había sido de las típicas borrachas en el autobús de regreso a casa, casi se cae mientras caminaba hasta la parte de atrás, no habían muchas personas en el transporte, pero las que estaban se dieron cuenta al instante en el estado de ebriedad en el que se encontraba. Alba quiso permanecer en silencio durante el camino, no quería hacer aún más el ridículo, pero su conciencia estaba dormida y no podía evitar reír si ningún motivo.

Era Domingo y fue la primera en levantarse esta mañana, así que se sentó en la sala mientras el café que había puesto se preparaba. No quiso abrir las cortinas, la luz le molestaba y sus ojos se sentían pesados. De seguro tenía un aspecto horrible, pero Alba no se quiso levantar para verse en el espejo del baño.

—Buenos días —su madre apareció enfrente de ella y Alba parpadeó, no había escuchado los pasos de su madre.

—Buenos días, mamá —Sandra tenía una mueca en los labios y la miraba con los brazos cruzados. Estaba molesta—. ¿Qué?

—¿Cómo que qué? ¿Acaso no recuerdas cómo llegaste ayer?

Alba se sonrojó.

—Mamá...

—No —levantó su mano, haciéndola callar—. Ya te he dicho lo que opino sobre las personas que se emborrachan.

—Ya soy mayor, mamá. Sé cuando controlarme —mintió sin dejar de verla a los ojos—. Perdón por haber llegado así, sé que estuvo mal y no volveré a hacerlo.

—Casi despiertas a Riley.

—¿En serio? Porque él tiene el sueño más pesado que nosotras dos juntas.

Su madre la miró enojada.

—No cuando llegas riéndote a carcajadas y tropezándote en las escaleras, Alba.

Se quedó callada porque ya había tenido suficiente de las críticas de su madre. Bebió de su café mientras veía la tele, su cuerpo se sentía débil y la desvelada de ayer le demandaba dormir unas cuantas horas más.

■■■

Lo primero que Alba hizo al despertarse de su siesta de la tarde, fue llevar la carta que le había escrito a Justin en la mañana. Odiaba el sistema que tenían, era lento y ella deseaba que hubiera una forma más ágil de hacer que sus cartas llegaran más rápido. No había dejado de leer la carta que había recibido de Justin, casi siempre lloraba cuando lo hacía, aunque admitía que sus llantos ya habían disminuido. Siempre se decía a si misma que el tiempo pasaría y que lo tendría de nuevo a su lado en 5 meses. Un tiempo largo, pero llegaría.

Alba salió del centro de correos y camino por las calles, había poco viento, el sol ya no pegaba tan duro como hace unos meses y la idea de que el tiempo caluroso comenzaría a llegar a su fin, la desanimaba, el frío la ponía de mal humor porque no lo soportaba.

Tomó el autobús de regreso a casa, todo el día llevaba teniendo la sensación de su boca seca y lo único que Alba quería era poder beber un vaso con agua. Su cuerpo seguía sintiéndose cansado y ella sabía que no le costaría dormir por la noche. Mañana trabajaba y Alba no quería tener las energías por los suelos.

■■■

Se bajó del autobús en su parada y Alba comenzó a caminar por el camino de tierra que llevaba hacia el campo tan familiar o más bien iba casi corriendo. No había escuchado su alarma y se había quedado dormida, nunca había llegado tarde y con el nuevo general a cargo no sabía cómo reaccionaría ante su impuntualidad. Aquel tipo le daba miedo a Alba, no lo había visto sonreír desde que lo vio por primera vez.

Al momento de cruzar por las puertas de metal, Alba notó como algunos de los soldados caminaban y corrían por todo el campo, pero no era por entrenamiento, si no que hablaban entre sí. Alba los ignoró, no quería imaginar cómo estarían los muchachos que revisaría hoy; esperándola desde hace una hora. El grupo era menor que el de Justin, ellos serían los siguientes en partir.

Al entrar al edificio, Mel la ubicó al segundo, como si estuviera esperando a que ella atravesara por la puerta.

—¡Sé que llegué tarde! —apresuró a decir e ignoró como algunos de los soldados que estaban sentados esperando la miraban fijamente. Frunció el ceño—. Me he quedado dormida, lo admito y no volverá a pasar, lo juro.

—Alba —Mel dijo con urgencia y ella se fijó mejor en su compañera. Nunca la había visto tan pálida y sus ojos estaban levemente enrojecidos.

—¿Mel, por qué estás llorando?

—¡Oh, Alba! —volvió a decir su nombre y su rostro reflejaba una enorme angustia.

—¿Qué está pasando? —demandó saber y escaneó el lugar. Algunos soldados bajaron la mirada cuando ella los observó y sus ojos se concentraron de nuevo en Mel—. ¿Y bien?

—Hubo un ataque, Alba...

—¿Aquí? No puede ser, no vi nada alarmante.

—No —murmuró Mel con aspecto de estar a punto de vomitar—. Alba... el ataque fue con el grupo de Xavier.

No tardó más de un segundo en comprender lo que había dicho y al ver cómo Mel volvía a soltar lágrimas, Alba sintió que la sangre se le congelaba al igual que su corazón. Comenzó a sentirse mareada, su cuerpo estaba frío y comenzó a ver puntos negros.

Sólo alcanzó a distinguir a un soldado levantándose del banco para atraparla mientras caía y se dejaba llevar por la oscuridad, esperando que la envolviera y que no la soltara.

Soldier [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora