Capítulo 38.

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Su nariz estaba fría y sentía los músculos de sus piernas cansados. Esta vez no había llevado su motocicleta, esta noche, él prefería caminar. El centro de Los Ángeles a altas horas de la noche no le parecía muy agradable, en su opinión personal, Justin creía que Canadá era un lugar más tranquilo para caminar por las noches sin compañía.

Habían mujeres en cada esquina –aunque no todas lo eran– con un cigarrillo en la mano y con altos tacones que podían romperle el tobillo a cualquiera que no supiera caminar en ellos. Los indigentes buscaban comida en los basureros al igual que objetos que los ayudaran a cubrirse del clima tan frío que hacía esa noche.

Dobló una esquina y metió las manos en los bolsillos de su abrigo. Paró en seco su andar cuando llegó al mismo bar de siempre. Ella no tenía porque saber que había huido a plena noche de su casa y se refugiaría en el alcohol. Se sentía jodido. Hace mucho que no se daba una buena borrachera y a Justin siempre le gustaba hacerlo solo. No quería ninguna niñera que estuviera preocupándose si vomitaba o no. Así que no, ella no tendría porque saberlo... aún.

Llegó a la barra con los hombros tensos, esperó hasta que el amigo de ______ se colocó enfrente de él con un trapo. No tenía ni la menor idea de cómo se llamaba aquél tipo.

—Whisky —ordenó—. Con mucho hielo.

Se lo sirvió sin decirle ni una palabra, pero fue consciente de la mirada de recelo que recibió a cambio. Él, y todas las personas que se encontraban en el bar, podían irse a la mierda.

Con amargura, Justin pensó que la mayoría de las personas jóvenes que bebían tarde como él, tenían problemas mucho menores a los que él mismo tenía. Había un joven dos asientos más alejado de él con cinco caballitos, todos vacíos. Justin resopló. A simple vista podía notarse su situación: el chico había sido abandonado por su novia. Lo supo porque no dejaba de ver con ojos cristalinos la foto de una chica morena.

Los minutos pasaron y Justin llevaba la cuenta de sus tragos. Hasta ahora, eran siete vasos los que llevaba. Su garganta pedía más, pero sabía que no podía hacerlo, no debía. Se sentía mareado, pero después de haber bebido tanto en un tiempo atrás, Justin había tomado resistencia al alcohol.

—Te estoy diciendo que está aquí, joder —el que lo atendía hablaba por teléfono unos metros alejado de donde estaba sentado—. Si, está bebiendo, a eso se viene a un bar —respondió con tono sarcástico.

¿Porqué el bar estaba tan lleno a estas horas? Se preguntó en su mente.

—Mmm, no, no creo que esté borracho.

Se dio cuenta de que lo había mirado mientras contestaba. ¿Con quién demonios hablaba?

—Si, se identificar borrachos... Si, maldición, estoy seguro. Todas las noches la mayoría de las personas entran sobrias y salen ebrios —continúo hablando—. De ninguna jodida manera. La idea de ser niñera de alguien me pone de mal humor —el chico gruñó y frunció el ceño molesto. Justin casi quiso reír por sus gestos—. ¡Deja de molestar y vete a dormir!

El chico le había colgado. Quién, en su sano juicio, contesta una llamada casi a las dos de la madrugada.

Dos de la madrugada, se recordó. Tenía que irse y dormir las tres horas que le quedaban. Sacó los billetes de su cartera y los colocó en la barra. Se levantó. El mareo que sintió se le pasó después de segundos y caminó hasta la puerta. Pero hubieron exclamaciones hasta el fondo en donde estaban las mesas del billar y Justin se giró.

La sangre se le heló y el alcohol que tenía en la sangre desapareció, literalmente. Comenzó a temblar levemente y sus ojos se abrieron de par en par. Debía de ser una simple alucinación, o mejor, un sueño.

Pero mientras corría hacia la calle, Justin se dio cuenta de la mala suerte que tenía. No era un sueño ni mucho menos una alucinación. La persona que jugaba billar hasta el fondo, junto con aquellos rostros familiares, estaba en Los Ángeles.

Terminó por darle golpes a la pared con sus puños cerrados y tensos. Ella tampoco tendría que saberlo, no aún. Ya había tenido suficiente con haber sabido toda la mierda que él había hecho en Canadá. Así que por ello, ______ no podía saberlo ahora. No iba a decírselo.

Porque, ¿cómo decirle que había visto a Jayden en el mismo bar que él?

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Lo sientoooooo. Me tardé un mes en subir un capítulo, pero por fin ya está aquí.

No me odien por dejarlas así, pero es bueno estar de vuelta con esta novela y las quiero dejar con la duda.

xx.

Soldier [j.b.] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora