Capítulo 46.

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Desde que Alba salió de la bodega llevaba sintiendo nauseas. Se abstuvo de correr hacia la figura alejada de Xavier y de patearlo por la espalda. Aunque podría hacerlo, pensó. La mayoría de los soldados seguían en los circuitos y por donde iban caminando no había nadie.

—¡General Xavier! —exclamó alguien por su espalda y los planes de Alba de poder lastimarlo se arruinaron.

Pasó por un lado suyo un hombre, tenía casi el mismo tipo de uniforme que Xavier, pero con la diferencia de que no llevaba el símbolo que diferenciaba el rango de Xavier con aquel hombre. Ni siquiera la miró, pero cuando el jefe se giró hacia ella, sus ojos azules la observaron desde la distancia. Xavier esperó paciente para que el hombre llegara y cuando lo hizo, ambos siguieron su camino.

Para cuando llegó hacia la enfermería, Mel le sonrió desde su escritorio, pero Alba no tenía fuerzas para hacerlo. Con pesadez se dejó caer en la silla, recargó sus codos en la mesa y suspiró. ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando? Sabía que la relación entre médico y paciente estaba prohibida, pero nunca se lo había planteado tan en serio hasta ahora. Ni Mel, ni Xavier, ni nadie más del staff del campamento le hicieron comentarios, tampoco los miraban cuando caminaban juntos de vez en cuando por el campamento. Hasta Mel le había dicho que le gustaba verla con Justin, que hacían buena pareja y que ambos se veían felices. Alba nunca se había sentido así de feliz, hasta hoy que comenzó con la sensación de sentirse completamente desgraciada.

Le gustaba su trabajo, era el primero y lo había conseguido gracias a su maestra que fue su favorita en la universidad, ¿qué iba a pensar de ella si se enteraba? No quería parecer una malagradecida porque no estaría aquí si no fuera por ella. Si se quedaba sin trabajo, ¿cómo le iba a ayudar a su madre con las cuentas? ¿con la colegiatura de Riley? Por un segundo, Alba quiso llorar. Quería a Justin, muchísimo, él la hacía sentir viva, feliz, conforme, querida y no estaba dispuesta a renunciar a él, pero la cosa era que su trabajo le ayudaba enormemente, Alba no podría estar sin trabajar, sin hacer nada durante el día porque sabía que terminaría volviéndose loca.

—¿Alba? —Mel abrió la puerta de su oficina, ella levantó la mirada y le trató de sonreír, pero pareció más una mueca—. Es hora de comer.

Aunque el apetito se le hubiera perdido, caminó junto con Mel hacia la cafetería. Podía ver de reojo como es que su compañera se le quedaba viendo, tratando de decir algo pero que callaba cuando se lo pensaba mejor. Alba lo agradecía, no quería hablar con nadie ahora.

Llegaron al edificio y se formaron como era habitual, pero por primera vez a Alba no se le antojaba nada. Sin embargo, agarró una charola, se sirvió una cantidad pequeña de ensalada y eso fue todo. Todo lo que había sucedido la tenía mortificada, odiaba no poder tener una respuesta o una solución. Fue consciente de la mirada de recelo que Mel mostraba, pero no le importó. Entre antes acabara la jornada, mejor.

—¿Comerás sólo eso?

Justin estaba al otro lado de la barra, ya acababa de servirse, su playera y sus pantalones estaban completamente sucios al igual que la mayoría de su rostro. Normalmente ella se burlaría, pero mejor guardó silencio evitando verlo directo a los ojos. 

—No tengo hambre.

Él apretó los labios en una fina línea.

—Tú siempre tienes hambre, nena.

Se sintió como si una cubeta de agua fría cayera por su espalda cuando la llamó así. ¿Qué tal si no volvía a hacerlo? Justin se acercó para poder darle un beso en la mejilla, pero Alba se hizo para atrás y bajó la mirada.

—¿Alba? —cuestionó él buscando sus ojos.

—Tengo que irme, Mel me espera para comer.

Sin atreverse a mirarlo, caminó hasta la mesa. Cuando levantó la cabeza, descubrió que Xavier la miraba, tenía una sonrisa ladeada y ella quiso quitársela con unas cachetadas. El bastardo había visto y lo disfrutó, Alba lo sabía muy bien. Se sentó alado de Mel sintiéndose más enferma que antes, observó la pequeña cafetería, encontrándose con su mirada en una de las mesas más cercanas. Sus ojos estaban achicados, mirándola con sospecha pero a la vez preocupado, su ceño estaba fruncido y tampoco estaba comiendo. Alba retiró su mirada de inmediato, no lo quería ver, no ahora, no cuando tenía la sensación de que podría llegar a renunciar a él. Detestaba y odiaba a Xavier con todo su ser, le parecía despreciable como es que logró tener control sobre ella en cuestión de minutos, aunque no sabía cual de los dos era más débil.

Soldier [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora