Capítulo 39

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Después de la visita a la comisaría marco a Alek y me comenta que aún o tienen noticias y me alienta ir a casa. Le hago caso, necesito ver a Agnes, cambiarme de ropa y ducharme.

Al llegar Ida me recibe y se sorprende demasiado al ver mi ropa llena de sangre y más al no tener noticias de Lucía brindándome palabras de aliento que ahora mismo recibo cordialmente ya que ni siquiera tengo idea de quien soy ahora mismo.

Me dirijo a la habitación cierro la puerta y me echo a llorar. 

Cada vez que cierro los ojos veo a Lucía postrada en el piso en un charco de sangre con la cual mi ropa aún está empapada de ella así que la retiro desesperado y me voy directo a la ducha lavando mi cuerpo y tallando mis manos.

Ver, sentir, tener a Lucía así en mis brazos es lo peor que me ha pasado en la vida, por un instante imaginé mi vida, nuestra vida sin ella y todo era gris, turbio, triste. 

Ella es más, mucho más que el aire que necesitamos para vivir.

Le suplico a quien me escuche que no la aparte, que no se la lleve, que me permita tenerla a mi lado por muchos años más, necesito tenerla mucho, mucho tiempo más conmigo, con Agnes y conmigo.

Del closet tomo ropa limpia que coloco mientras aspiro el aroma de la de Lucía y vuelvo a llorar. Por más que lo intento no logro que las lágrimas paren. 

Me siento tan impotente, tan inútil, tan vacío, tan solo. 

Alejo todos los pensamientos negativos mientras me mentalizo tranquilizándome ya que debo de llamar a Mariana para comentarle lo sucedido y le digo exactamente lo que pasó. Sé cómo son y lo más claro es lo más decente, Lucía siempre lo ha dicho.

Toma la decisión de venir y apoyarnos. Mis suegros y su hermana Gris se quedan en México esperando noticias. Me disculpo con todos ellos, les he fallado permitido que la lastimaran. Tratan de consolarme, se los agradezco, pero ahora mismo así es como me siento y sé que es verdad, prometí protegerla y he fallado, le he fallado a Lucía.

Me dirijo a la habitación de Agnes y ya está despierta, pide mis brazos y yo la acuno encantado. Lucía no la ha llevado en su vientre, pero es su madre, ella y Agnes son iguales, iguales de tercas, iguales de cariñosa, iguales de hermosas. 

No puedo evitar que unas cuantas lágrimas se escapen, Agnes solo rodea mi cuello con sus pequeñas manos consolándome como si supiera lo que sucede y en este momento agradezco inmensamente que Lucía sea su madre, ha criado a una pequeña igual de amorosa que ella. La lleno de besos y nos dirigimos a la cocina donde le doy su desayuno. Ida insiste en que coma algo, pero no tengo apetito, solo tomo un jugo.

Agnes me pregunta por su mamá, ya hace horas que no la ve y no puedo evitar emocionarme. Ida lo nota y siento su mano en mi hombro como apoyo –Gracias Ida- Tomo aire y solo le comento que fue a comprar una sorpresa para ella, tardará un poquito, pero regresará, se alegra y sigue comiendo, beso su frente y me marcho de nuevo al hospital.

Al llegar me aborda un médico y me da el informe del estado de Lucía comentando que lograron extraer la bala con éxito y por fortuna no perforó ningún órgano. Además de los hematomas en la cara, brazos y piernas, tiene una cosilla rota. Ahora mismo solo pienso que lo que le hice a aquel malnacido se quedó corto a lo que debí haberle hecho.

-Señor Lehmann su esposa se encuentra fuera de peligro, los golpes que tiene a simple vista en unos días desaparecerán, la costilla solo necesitará algo de reposo y considerando todo lo que pasó estoy seguro de que sanará rápido. Su esposa es una mujer muy fuerte.

-Muchas gracias doctor- por lo menos ya puedo medio respirar -Lo sé, Lucía es la mujer más fuerte que he conocido- confirmo lo que siempre he sabido. 

-En unos minutos podrá verla en su habitación- indica -Por la anestesia despertará dentro de un par de horas- eso espero, añoro verla -Solo una última cosa señor Lehmann- dice poniéndome alerta de nuevo -Por desgracia no pudimos...

Toda una vida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora