Capítulo 36

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Bailamos, bebemos, jugamos. La velada es todo un éxito. Solo nuestra familia nos acompaña, Winnie y su pareja y Louisa con su esposo e hijo.

Mi padre nos regala nuestra noche de bodas en el hotel The Ritz-Carlton, así que nos retiramos algo temprano. Obvio no sin antes de que Agnes haga su pataleta por acompañarnos, pero lo siento hija, esta noche Lucía es solo para mí.

Todo está planeado y la fiesta seguirá sin nosotros, y todos se alojarán en nuestra casa, son más que bien recibidos, pero por ahora yo solo pienso en estar a solas con mi esposa y poder hacerle el amor.

Al llegar a nuestra suite vuelvo a cargar en brazos a mi esposa y la llevo directo a la habitación sorprendiéndola con la acción plantando una sonrisa en sus labios.

La poso en el piso y quito sus zapatos uno por uno apoyándose manteniendo el equilibrio regalándome una de esas sonrisas que solo guarda para mí. La giro y lentamente bajo la cremallera de su vestido mientras voy besando su espalda y noto como toda su piel se eriza al tacto de mis labios.

Su vestido cae mostrando un conjunto de encaje blanco, y a pesar de que la desesperación por tenerla es máximo y no es la primera vez que la tengo prácticamente desnuda ante mi, me tomo el tiempo de contemplarla ya que tenemos el resto de ella noche, quiero disfrutarla por completo, al fin de cuentas, es mi primera noche con ella como mi esposa.

Se gira quedando frente a mi desabotonando mi camisa lentamente, posa sus manos en mi pecho y baja la camisa por mis hombros. Mi cuerpo tiembla cuando sus manos viajan directo a mi pantalón y lo desabrocha deshaciéndose de él junto con mi ropa interior.

Me guía hasta la cama y me recuesta, sube lentamente besando cada parte de mi cuerpo hasta llegar a mis labios. Se monta en mi frotándose sobre mi miembro y la tomo de las nalgas las cuales estrujo. Subo por su espalda hasta desabrochar su sostén degustando sus pechos y mordisqueo suavemente sus pezones. Elevo un poco sus caderas y bajo sus pataletas dejando un ligero mordisco en su nalga.

Las caricias no faltan recorriendo nuestros cuerpos como si nunca lo hubiéramos hecho. Tiento, muerdo, estrujo, lamo, beso todo su cuerpo dejando mi rastro en cada milímetro.

La vista no solo es excitante sino también deleitante. Cualquiera moriría y reviviría solo para poder estar en mi lugar, sin embargo, soy yo el afortunado de poder disfrutar de Lucía, de poder hacerle el amor, de verla amanecer en mis brazos y verle descansar sobre mi pecho, soy yo el bendecido de ahora poder llamarle mi esposa y madre de nuestra hija.

Me tiene a su merced, puede hacer de mi todo lo que quiera y yo con gusto lo aceptaré.

Degusto su humedad dejando su sabor en mi boca concentrándome en ese botoncito que la vuelve loca. Se trepa tomando mi miembro entrando y saliendo una y otra vez.

El morbo. El placer. El amor es tanto que nos lleva a desencadenar la liberación de todas nuestras emociones a la par disfrutando una vez más de esa complicidad en varios actos más.


Despierto revisando el reloj y apenas hemos dormido un par de horas. El agua de la ducha acompañado con música me llama.

Me dirijo allá y veo a mi hermosa esposa ducharse y me uno a ella.

-Buenos días esposo- saluda

-Buen día esposa. ¡Feliz cumpleaños!!- sello mi felicitación con un beso que me sabe a gloria -¿feliz? ¿cansada?

-¡Muchas gracias!- responde emocionada -Sí, muy muy feliz y recuerda las siguientes palabras: podré estar cansada, pero nunca sin ganas.

No puedo evitar soltar una carcajada, la acerco a mí y reímos los dos.

Toda una vida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora