Capítulo 44

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Aterrizamos en Chicago con un frío de la fregada que hasta me dan ganas de sacudirme como lo hacen los perritos ya que siento como llega a cada uno de mis huesos.

Hay cosas a las que creo nunca me acostumbraré y creo el frío es una de ellas. 

En donde nací y crecí el frío es, digamos normal, la temperatura más baja que hemos tenido ha sido de -5°, pero solo unas cuantas ocasiones y por la noche, ya en el día las temperaturas son más agradables. Pero el frío que se siente aquí es tremendo, ya no siento la nariz y hasta creo que los mocos se me han congelado y quedado como estalactitas.

Como dicen mujer precavida vale por dos y ahora lo confirmo, pues antes de partir me compré mi debida ropa interior térmica, unos cuantos pares de ropa encima con su debida chamarra, así como unos parches que ayudan a mantener el calor en pies y manos,  aunque no descarto la idea de meter unos cuantos en los calzones.

Pasaremos la noche aquí en un par de hoteles que nos proporciona la aerolínea, pero como siempre hay gente que todavía piden raid y quieren manejar. 

A escasos pasos un par que casi se quiere comer a la azafata que nos está dando la información, así que ahí voy a meterme dónde no me llaman, pero es que, si vieran a este par. Lo que menos tolero son las injusticias y estos son unos mal educados y están a punto de golpearla, así que detengo a la mujer e interviene lo que creo es su pareja sentimental. El muy tarado trata de golpearme, pero lo recibo con una llave que siempre quise aplicar, no es lo mismo entrenar a la acción y me agrada haber aprendido bien.

Un tipo güero se acerca mientras nosotros estamos que sí lo suelto o no, que le estoy haciendo daño. Ay por favor se le entumirá el brazo, pero nada más no es como que lo vaya a perder, además ellos fueron más groseros con la azafata. 

Total, termino soltándolo, pero ya se armó un alboroto y nos llevan a una oficina. Lo que me faltaba. 

Dejo mis cosas a un lado sorprendiéndome con que este par quiere demandarme. Serán cínicos. Por suerte el güero interviene y puedo escuchar desde la otra oficina como encara al cobarde ese que intentó golpearme. A pesar de todo soy una damita. 

Desisten de la supuesta demanda no sin antes hacerlos disculparse con la azafata. Se sintió tan bien obligarlos. Es de esas situaciones en que te sientes poderoso por tener el respaldo de alguien que sí lo es, porque el güero a leguas se ve que lo es y la manera en que habla lo corrobora. Le agradezco la intervención y tomamos nuestras cosas, pero antes la azafata me agradece, no había necesidad a esta gente hay que ponerla en su lugar porque de lo contrario continúan aprovechándose de situaciones como estas.

Todo parece indicar que el hotel se encuentra relativamente cerca por lo que me encamino a la salida, tendré que ir caminando, espero no morir congelada en el intento.

A la salida del aeropuerto la brisa helada que se cuela por la puerta me recibe. Tengo frío, mucho frío ¿dónde puse mi gorro? Busco entre las bolsas de la chamarra y nada, en la mochila y tampoco, hasta que se acerca el güero con él en la mano. Me emociono tanto porque es mi gorro favorito, además de que no tendré que comprar otro, trajes algunos, pero los dejé en las maletas que se quedan en el avión.

El güero me invita por un café, bueno un té porque el café no me gusta y termino aceptando. No soy de irme con extraños, en cambio él me da confianza y en parte me siento algo comprometida después de todo. Solo espero no sea un violador o asesino serial, o ambos.

En todo el camino hay algo en él que se me hace familiar, pero no logro recordar qué es ¿dónde lo he visto? Mi nariz recuerda ese olor particular.

Se llama Noah.


Llegamos a un restaurante de super lujo que he de parecer chiquilla en juguetería con los ojos abiertos de par en par. En mi vida vi tanto lujo junto y obviamente le comento que mi presupuesto no me alcanza, de seguro el vaso de agua debe de costar más de lo que traigo puesto, pero confirma que él me invitará. Mira, elegí bien la compañía.

El barrio puede salir de ti, pero tú nunca saldrás del barrio, ahí en el restaurante más lujoso que pisaré en mi vida, pido unos tacos, ¡sí! escuchas bien, ¡ta-cos!, apenas unas horas fuera de México y ya lo extraño. Pensé que al güero, mejor dicho, a Noah le molestaría o algo, pero no fue así no lo toma a mal.

Cenamos entre platicas de todo un poco. Le cuento el porqué de mi viaje a Berlín, lo que hacía antes y lo que pretendo hacer de ahora en adelante y él me habla un poco de su viaje de negocios a México. Creo es alguien importante en su país.

Después de cenar me acompaña hasta el hotel que para mi desgracia, está lleno, así que decido pasar la noche en el aeropuerto, bueno solo son unas horas, ya podré descansar en el vuelo. Solo que hay un pequeño detalle, Noah me lo impide y pretende pagarme una noche en un hotel. Le debe de ir muy bien en su trabajo, aun así le agradezco, pero me niego. 

Forcejeamos para que suelte mi maleta y se niega a ceder, este ya se topó con la horma de sus zapatos ¿cree que me dejaré? Pues no.

Me reprocha la cuenta de lo que consumí. Mira ¿qué no invitaba él? Eso de la caballerosidad ya no existe, pero a mi no me sobra el dinero y tampoco me falta por lo que indignada le pido su tarjeta para depositarle y luego me dice que lo golpee, lo que me faltaba ¿cuándo? ¿dónde? No creo, lo recordaría, claro que recordaría haber golpeado a alguien. Además, no es como que ande lanzando golpes a diestra y siniestra por el mundo.

Lo miro confundida esperando a que se explique y lo hace comentando que en México fue él con el que choqué. Claro por eso su perfume me resultaba familiar.

El güero sigue montado en su macho, así que desisto y suelto la maleta, quédatela, mañana nos tenemos que ver así que la puede traer, pero no, insiste en que me quede en su hotel, ¡sí! su hotel. ¿Qué clase de agente automotriz cuenta con un hotel? Exacto, ninguno. Este cuento me parece más falso que las bubis de Sabrina Sabrok por lo que me marcho directo a la salida. Quiere alegar, que lo haga solo. Paro un taxi y Noah me alcanza enseguida bloqueando mi paso y tomando uno de mis brazos, los pies se me enredan yéndome de cuernos directo a la puerta del taxi.

¡Auch! sentí como se me reinició el windows.

Siento la frente enorme como en las caricaturas, hasta siento que me late como si fuera a explotar, y por la cara de Noah debo de tener un gran chipote. 

Estoy algo mareada así que por seguridad acepto la habitación que ofrece, ahora no es buena idea quedarme en el aeropuerto, que tal si me desmayo y amanezco en otro lado. 

Toda una vida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora