Capítulo 43

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Eso que dicen que el tiempo es imperativo es tan cierto, no te espera a que estés bien, sigue avanzando y le vale madre como te sientas o si has curado tus heridas; es todo lo contrario, se siguen agrandando con su paso.

La terapia ayudo un poco con el incremento de la ansiedad que me tomaba de vez en cuando. Había ocasiones en que me encontraba llorando de la nada o el insomnio haciendo de las suyas por varias noches. Como todo, fue un proceso y hasta cierto punto me sentía liberada contando lo sucedido, siempre es bueno compartir la carga, claro, en mi caso, siempre siendo alguien ajeno. Mi familia ni por error pueden enterarse de lo que hice.

Mi madre  me cuestionó en un par de ocasiones alegando que estaba rara, yo solo me limitaba a decir que era estrés por el trabajo o por las mil y un cosas que estaba haciendo en ese momento, cuando en realidad era la culpa la que me tenía así.


Cumplo 30 años.

Estoy feliz por estar aquí, en mi casa con mi familia, las personas que amo. 

Mariana me preparó tacos ¡amo a mi hermana! 

Con lo sucedido le mentí a mi familia, sí, otra mentira más, no había usado ese dinero más que para pagar poco a poco mis deudas, así no se darían cuenta, pero sabía que ya era hora de darle buen uso al resto por lo que  convencí a mi mente que solo había sido transacción exitosa y nada más. Al fin de cuentas es lo que fue ¿cierto?

Pará justificar el dinero les dije que me había ganado un premio de lotería, yo era muy dada a comprarme un cachito por lo menos una vez al mes así que no se les hizo raro y lo aceptaron sin preguntar tanto. 

Pusimos un pequeño negocio para que de ahí mis padres se fueran apoyando, le di una parte a Gris y como la maestría de Mariana es en otra ciudad pagamos también su estancia para que no se tuviera que preocupar más que por prepararse.

Finalmente todo marchaba bien, bueno a veces, porque mi cuerpo aún no se quería deshacer del todo del recuerdo de las manos que nos tocaron, pero lo sobrellevábamos.

Meses después de que Mariana se fuera a lo de su maestría, compré una cámara y me inscribí a una escuela de fotografía, estaba emocionadísima, no había dejado de trabajar así que combinaba escuela y trabajo, tratando de tener la mete ocupada para no echar a andar la ardilla con tanto pensamiento, porque después es peor.

Un profesor me apoyo con la información de una beca fuera del país para que aplicara, según él veía potencial en mí y esta era una gran oportunidad para crecer profesionalmente. Mariana estaba por terminar su maestría y le ofrecieron empleo así que me alentó para aplicar, ella regresaría y estaría con nuestros padres, así que apliqué y por desgracia no obtuve la beca. 

En su momento me desanime, pero por fortuna tengo a dos ángeles que me alentaron para tomar clases de alemán e intentarlo de nuevo el siguiente año.

Fue lo que hice durante unos 10 meses. Como pude combiné todas mis actividades. En el día el trabajo. Por las tardes thai. Los viernes por la tarde-noche la escuela de fotografía. Sábados y domingos las clases de alemán y cuando me quedaba tiempo, clases o cursos extras para seguir reforzando mis conocimientos de fotografía. 

No sé como pude sobrevivir todo ese tiempo, apenas y me daba tiempo de comer y dormir, pero he de decir que soñaba con todo lo que hacía en el día, así que ni en mis sueños descansaba.

Pasado el año apliqué de nuevo para la beca y todos los desvelos, malpasadas y el tiempo invertido valieron absolutamente cada segundo ya que ¡quedé! ¡me aceptaron! apenas y lo podía creer.

¡Estudiaré en Alemania!

Tenía que estar ahí en diciembre, así que comenzamos a preparar todo: papelería que enviar, pasaporte, seguro médico, alojamiento, visa porque el vuelo hace escala en Chicago, maletas, ropa de invierno porque allá hace mucho frío y yo soy muy friolenta, en fin, todo, todo. 

Estoy feliz, sumamente feliz,  pero había algo en mi interior que no me permitía serlo al 100% y era la manera en que había conseguido todo esto, no me arrepentía, pero sí me avergonzaba. Sentía como sí no mereciera todo lo que estaba pasando. Sé que nadie diría nada hicimos un pacto de caballeros y confiaba en ellos, pero sólo de pensar que alguien de mi familia se enterara me ponía mal. 

Convencí a mi mente de que estaba bien y continúe con todos los trámites, al fin de cuentas solo era un año y pasaría volando, tal vez esto me ayude a poner todo en orden, regresaría a mi tierra y todo sería como antes o por lo menos eso esperaba, ni idea de jugada que el destino me preparaba. 


Es el día se mi partida y todos me acompañan al aeropuerto. Obvio, no podemos evitar llorar, es el mismo planeta, pero a miles de kilómetros. Nunca nos hemos separado tanto tiempo y menos tan lejos. 

Mi ansiedad se está haciendo presente con las inmensas ganas que tengo de echar todo a la borda y quedarme aquí, es que mi familia me hará mucha falta y no se si pueda sobrevivir sin ellos tanto tiempo. 

Un año se dice fácil, y en ocasiones pasa rápido, pero y ¿si no? si a media estancia me dan ganas de ser cobarde y regresar o sí llega a pasar algo no podré venir de inmediato, una porque estoy al otro lado del mundo y dos porque el vuelo no es barato que digamos y ya no cuento con tanto dinero. 

-Todo estará bien- dice Mariana apaciguando todas mis angustias -Cuentas con todo nuestro apoyo. 

-Ve tranquila- confirma Gris dándome esa seguridad que requiero para tomar con fuerza mi maleta y emprender el camino.

Paso por la revisión de papelería y documentación del equipaje viendo cada vez más lejanos a esas 6 personas que conforman mi circulo más cercano despidiéndonos con la mano. 

Varias respiraciones después que me hicieron relajarme y controlar el llanto tomé asiento en el avión, puse mis auriculares y subí a todo volumen.

¡Alemania, allá te voy!


Aterrizamos en México y tenemos que esperar un par de horas antes de tomar el vuelo a Chicago y después a Alemania.

¿Y sí me regreso? 

Llevo los audífonos puestos cuando recibo un mensaje de Mariana.

"¿Todo bien? ¿A qué hora tomas el otro vuelo?"

"Sí, todo bien. Se supone en dos horas"- respondo.

Sigo caminando y tarda unos segundos en llegar su respuesta, saco el celular y me estampo con alguien, ese alguien huele bien muy rico. Quito un auricular y me disculpo por ir distraída, lo miro y casi me da tortícolis, es un tipo altísimo, bueno para mi estatura cualquiera es alto. 

El tipo tiene cara de pocos amigos. 

Sin darme cuenta me detuve tocando su pecho, lo cual no le pareció, pero quité mi mano inmediatamente y seguí mi camino.

Me dirijo al baño ya que no me siento bien usando el del avión, bueno ninguno público, sin embargo, es lo que toca por lo que hago mis necesidades y en la sala de espera llamo a mi mamá.

-Ma, soy Lucía, ya estoy en México.

-Hija que bien, gracias a Dios.

A diferencia de mi madre no soy creyente y nunca he entendido esa manía de la gente de culpar por todo a Dios, bueno o malo, sí ya sé que me iba a las iglesias a llorar, pero era porque ahí nadie me juzgaría como loca al verme en mi faceta de María Magdalena.

-Sí ma, ¿cómo están?

-Bien Lucía, tú no te preocupes nosotros estaremos bien. Cuídate mucha hija.

-Sí, gracias. Los quiero mucho mucho.

-Y nosotros más a ti. Dios te ayude. 


Toda una vida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora