Capítulo 42

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El día se llegó.

Mi exjefe fue quien me contactó con esta persona. Laboré ahí por poco tiempo, pero quedamos en buenos términos y él siempre fue bueno conmigo, siempre me trató bien y nunca me cuestionó cuando pedí su ayuda.

Acordamos un hotel a un par de horas de dónde vivo y a mis padres les dije que me quedaría el fin de semana con un matrimonio con los que anteriormente ya me había quedado en algunas borracheras. Son las únicas personas que considero las más allegadas a amigos.

No soy muy sociable y me cuesta mucho confiar en las personas, así que como dicen mis amigos los cuento con los dedos y de una sola mano.


Llegué al hotel y me dirigí a la habitación. Él ya se encontraba ahí. Estaba más nerviosa de lo que pensé que estaría y él lo notó alentándome para que me tomara todo el tiempo que necesitara y así lo hice. Entré al baño para relajarme echándome agua fría en cuello y cara.

Repetí en mi mente que todo estaba bien. Exámenes médicos en orden, seguridad en orden, confidencialidad en orden, pero ¿por qué estaba así?, al parecer todo lo que me preparé no sirvió de nada.

Nunca he tenido pareja, se presentaron oportunidades, pero las rechacé todas, no quería una distracción en mi vida que no fuera a parte de mi familia o mis pagos, además nunca estuve a gusto con mi cuerpo.

Cuando era más joven lo traté muy mal y engordé demasiado, por ende, tenía estrías por todos lados, literal por todos lados: bubis, piernas, abdomen y algunas las decoré con tatuajes. 

No me sentía segura de mí misma, nos dejamos llevar por lo que la sociedad decide que está bien que en vez de apoyarte te joden más cuando ves en la pantalla a las super modelos esbeltas, con piernas largas y abdomen plano mientras el  tuyo, como el de la mayoría de la población, se encuentra abultado por gozar de la vida con tanta tragazón.

Una parte de eso me llevó a entrenar para poder cuidar y enamorarme de mi cuerpo, al fin de cuentas es el único que siempre ha estado conmigo. Estoy en el proceso y puede parecer loco, pero los tatuajes me han ayudado mucho, creo todos sanamos de diferente manera y no es por nada, pero además mis tatuajes están geniales.


Rogaba al cielo porque alguien llegara y me rescatara, quería que mi vida fuera un cuento de hadas y que en este momento entrara mi príncipe azul rompiendo la puerta y me llevara con él en brazos. Pero claro, eso solo pasa en los cuentos que nos hacer creer que todo es shalala shalala y que encontraras al hombre de tu vida, cariñoso, guapo, atento, rico y bien dotado. Maldita idealización.

Sequé mis lágrimas, tomé aire, salí del baño y me dirigí a la cama.

Él fue muy cuidadoso y atento. No me lastimó para nada y en todo momento preguntaba sí todo estaba bien. Cuando terminó se metió a la ducha, yo tomé mis cosas y me fui a otra habitación que ya tenía contemplada. Entre ahí y me eché a llorar. Me sentía mal, muy mal, pero estaba bien, yo lo había decidido y no quedaba más que apechugar.

Mi celular timbó notificando algo, sé perfectamente que es. Es el pago por lo que acababa de pasar, ni siquiera lo miré, me fui directo a bañar, quería quitarme su sensación de mi cuerpo, pero parecía imposible, por más que tallaba y tallaba seguí ahí, no sé a qué hora el sueño me venció, pero cuando desperté ya era cerca de mediodía, varios mensajes de Mariana y un par de llamadas de mi madre.

"En un par de horas llego a la casa, acabo de despertar, porfa dile a mamá y papá. Gracias". - enviar

"Ok, yo les aviso, con cuidado". – Mariana

Otra vez a llorar. Trataba de tranquilizarme en vano, es como si hubieran abierto las llaves de mis lagrimales y yo ni la más mínima idea de como cerrarlas.

Me bañé, cambié y tomé un camión a casa. Traté de no llorar en el camino, pero fue imposible.

Al llegar Mariana notó algo raro, o probablemente era yo quien lo imaginaba, pero solo se limitó a comentarme.

-Por lo visto estuvo buena la fiesta- asentí con la cabeza y me fui a dormir.

Mi casa, mi cama, mi familia, era todo lo que necesitaba. 

Dormí toda la tarde y toda la noche hasta el día siguiente. 

Me sentía un poco mejor, o al menos eso era lo que creía porque al llegar la noche no pude contener el llanto que me avasalló de nuevo. 

Así fue por un par de semanas, por el día lo sobrellevaba, pero en cuanto se llegaba la noche, esta me mataba. 

Conforme pasaron las semanas fue disminuyendo, lento, poco a poco hasta que apenas y lo recordaba mi mente, mi cuerpo era otro tema. Por más que intentaba no lograba que se olvidara, por más que lo cansara entrenando no cedía, de repente recordaba, así que recurrí a un amigo que hace tiempo me había dicho que le gustaba y sí no se podría algo romántico por lo menos algo sexual. En su momento lo rechacé, nunca lo vi de esa manera, pero ahora mi situación no mejoraba, así que dije: ¿qué es lo peor que puede pasar? Y lo averigüé al instante, ni siquiera sus besos y caricias me hacían desearle, no, ahora era como sí alguien más tuviera mi cuerpo y no iba a regresar jamás.

Toda una vida. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora