Sultana Ayse.
Los gritos de mi hermano Mehmed llenan los pasillos de incertidumbre y temor. Las concubinas murmuran entre sí e intentan asomarse por las esquinas para ver qué es lo que está sucediendo.
Los guardias arrastran a mi hermano fuera de las puertas del Harén en dirección a sus Aposentos.
–¿Qué sucede Emine? —Pregunto confundida a una de las concubinas más próxima a las puertas.
–No tengo idea mi Sultana.
Salgo apresurada de ahí siguiendo la voz a través del Palacio.
Doblo en una esquina y sin querer golpeo a Osmán, él caminaba en sentido contrario pero se detiene al verme, como si supiera que voy a hablarle.–¿Qué le harán a Mehmed? ¿Se peleó contigo otra vez? —Digo molesta. –Es injusto que lo castiguen así por tu causa.
–No Ayse, no se trata de mí esta vez, resulta que tu hermano le faltó el respeto a su Majestad, el Sultán, y lo encerrarán en sus Aposentos, no como castigo, si no para que no interfiera.
–¿Encerrarlo dices? ¿Para que no interfiera con qué?
–Claro que no lo sabes, acaba de suceder todo apenas hace unos minutos, mi Padre ya no soporta la presencia de tu esposo por aquí, envió a buscar a Iskender a la Fortaleza Rumelí para que lo trajeran al Palacio. Por lo visto nuestro Sultán sentenciará su destino, y esta vez yo no voy a entrometerme.
—Dice frío.–¿Te estás escuchando Osmán? Hablas con tanta crueldad, estamos hablando de mi esposo, de Iskender, a quien tú conoces muy bien, ¿Qué planea hacer mi Padre? ¿Lo ejecutará?
–Es lo más probable Ayse, hazte la idea y no te entrometas.
–¿De verdad crees que yo, Sultana Ayse, no voy a entrometerme en un asunto que me concierne directamente? Estamos hablando de mi esposo, y también de un gran amigo de mi hermano Mehmed, claro que no voy a dejarlo solo, es más que obvio que interferiré y abogaré a su favor.
–Hablas tan segura, que casi me convences de que él es una blanca paloma.
–¿Nunca te enseñaron a hablar directamente? ¿De qué estás hablando?
–Nada en específico Sultana, solo digo que no es bueno que defiendas a tu esposo de forma tan ciega.
–Iskender fue acusado de intentar envenenar a nuestro Padre, pero yo conozco a Iskender, aun que todo apunte a él como culpable, es cosa de mirar las cartas sobre la mesa y ver que él no se beneficiaría para nada con la muerte del Sultán.
–Es ahí donde tú entras en juego, Ayse.
–¿A caso me estás acusando?
–Yo no lo dije, tú lo acabas de decir. Y es más, perfectamente tú podrías saberlo y aún así callarlo, pareciera ser que te importa más tu esposo, que el bienestar de este Imperio.
Osmán me da la espalda y desaparece por el pasillo.
Me regreso hacia el Harén y subo las escaleras del pasillo exterior, con rumbo a los Aposentos de mi Madre.La llamo a gritos mientras me acerco, y los Agas me detienen.
–Háganse a un lado, debo ver a mi Madre. ¡Vamos muévanse!
Jennet aparece desde la esquina detrás de mí.
–Mi Sultana, ¿Qué es lo que le provoca tanto descontrol como para llegar a los gritos?
–Mi Padre asesinará a Iskender, ¡Mi Madre debe impedirlo!
–¡Ay por Alá bendito! Pobre de Iskender.
—Da suspiros rápidos. –Mi Sultana, la Sultana Kösem fue con Eycan y Hatchi al albergue del Pueblo, ya sabe usted que siempre los va a visitar, ella tardará en regresar, si todo sucede como usted dice, no es tiempo suficiente para Iskender.–¡Maldita sea! Iskender ya debe estar en camino.
–Mi Sultana, escúcheme, es mejor que no interfiera en esto, su Padre debe estar muy molesto como para querer ejecutar al muchacho, no vaya en contra de nuestro Sultán, no cargue con más problemas.
–¿Le estás dando la espalda a Iskender, Jennet Kalfa?
–Sultana, ¿Quién soy yo para oponerme a la voluntad del Sultán Ahmed?
–Pero es mi esposo, y lo amo demasiado como para dejarlo morir así como así, necesito luchar por él, debo encontrar una manera.
Comienzo a correr a toda velocidad sosteniendo mi vestido con una mano y con la otra empujando a quien se atraviese.
Yendo hacia la entrada del Palacio, me detengo en una de las ventanas del nivel superior con vista al Jardín Imperial, al ver detenerse un carruaje y abrir sus puerta.
Tarkan Iskender Aga.
Las puertas del carruaje son abiertas por los guardias, y con sus grandes lanzas apuntando hacia el cielo, me dirigen hasta el interior del Harén.
Levanto la mirada y veo a mi esposa Ayse viéndome desde arriba. Desde aquí puedo apreciar su llanto, con una mano en su pecho y con la otra en la pared. Está muy afectada por algo, quizás qué cosas han sucedido por aquí.
Se me hace muy extraño volver a mirar este pasillo, o estas puertas que dan hacia los Aposentos del Sultán, después de estar tanto tiempo en la Fortaleza Rumelí, el hecho de estar aquí ya es muy diferente para mí.
Las puertas se abren y me ubican frente al Sultán Ahmed. Sentado en su cama, apoyado en su rodillas y viendo el suelo.
Nuestras miradas se cruzan permitiéndome apreciar su malhumor, él está molesto.
–Iskender Aga. —Dice fríamente. –Debes saber por qué estás aquí.
–Por su intento de envenenamiento, mi Sultán.
—Respondo viendo el suelo.–Es evidente que te equivocaste, sin embargo, después de pensarlo mucho, acepto que no fue tu culpa que me intentaran envenenar. —Se silencia largos segundos. –Te perdono la vida, Iskender.
–¡Fui bendecido por su santo corazón, Sultán!
Sintiéndome el hombre más feliz del mundo me inclino ante él y beso sus prendas a modo de gratitud y buen deseo.
Mi gran problema acababa de desaparecer, por fin regresaré a este Palacio, podré defender a Mehmed y cuidar de Ayse. Podremos juntos, ponerle un fin a los planes de las Sultanas que planean atacar a nuestro gran y bondadoso Sultán Ahmed.
–Esta es mi decisión, Zulfikar Pasha. —Le habla al Pasha detrás de mí. –Nombro a Tarkan Iskender, Gobernador del Distrito de Manisa, en la región de Saruhan.
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Príncipe Mehmed. (Gay) (Reescribiendo y Corrigiendo)
Teen Fiction(Reescribiendo y corrigiendo) Iskender, es un joven arrebatado de su hogar y llevado como esclavo a un mundo de opulencia y peligro. Su encuentro con el arrogante Príncipe Mehmed marca el comienzo de una relación turbulenta, marcada por la violencia...