IskenderEstaba quieto como estatua. Iskender no quería mover un solo músculo. La jefa del harén, Jennet Kalfa, lo había enviado a los baños junto con unas concubinas. Hacía mucho calor en el interior, veía vapor en todas partes y estaba sudando.
Se encontraba desnudo sentado en los bordes de la tina rectangular. Todo era de cerámicas, piso, paredes y techos. En un comienzo se sintió muy ahogado, sin embargo se resignó a asearse, estaba muy maloliente y desgreñado.
Las chicas tomaban los paños y los remojaban en agua tibia enjabonada y limpiaban la piel de Iskender. Él estaba cohibido, le estaban tocando los brazos, las axilas y el abdomen. Estaba un poco avergonzado de estar exhibido así, se sintió como un objeto. Como si ellas estuviesen lavando una pared.
Una vez terminado el baño. Lo llevaron envuelto en toallas hasta afuera, hacía un poco de frío en el pasillo, ya estaba de noche. Entraron a un cuarto, tenían encendidas las antorchas de pared y la estufa en la chimenea. Había ropa colgada a lo largo de la pared. Las concubinas le entregaron una camisa doblada, una chaqueta, zapatos y pantalones. Todo a juego, eran de color verde brillante.
Nunca en su vida, Iskender pensó en tener puestas unas telas tan suaves y finas. Estaba acostumbrado a sus ropajes de tela delgada, y con uno que otro agujero. Toda esa ropa era gruesa y pesada, pero muy cómodas. Pasó muy poco tiempo y había dejado de sentir frío.
Se miró al espejo. Estaba con el cabello húmedo aún, peinado hacia los lados. Su rostro se veía luminoso, el fuego de la chimenea le daba en la mitad de cara. No se reconocía. Estaba un poco encorvado. Jennet Kalfa apareció por detrás y le sonrió. Puso su mano en la espalda de Iskender y lo obligó a enderezarse.
–Te ves muy bien, muchacho. Ahora sí estás presentable. —Lo miró orgullosa. –¡Brillas como una moneda nueva!
Iskender sonreía viendo su reflejo. Sabía que la vestimenta no le pertenecía, pero estaba disfrutando el momento. Había comido verduras frescas, panecillos recién horneados, lo habían aseado con agua tibia y jabones de muy buen olor, y ahora le habían entregado ropa elegante.
Sintió que vivía un tipo de sueño. Aún así tenía amargura dentro de su corazón.Golpearon la puerta dos veces desde afuera. Jennet dio un grito para que entraran, era Bulbul y un par de guardias. Ella no dijo una sola palabra y se giró sonriendo hacia Iskender.
–¿Listo para conocer al príncipe? —Le dijo con los ojos entrecerrados.
El corazón de Iskender se aceleró. Sintió cómo se le tensaba el cuello y el pecho se le apretaba.
Otro hombre vestido similar a Bulbul apareció por el pasillo. Saludo a todos y entró hasta donde estaba Iskender.–Hola, mi nombre es Hatchi. —Le sonrió con amabilidad.
–Y yo Iskender.
–Oh, eso ya lo sé. Todos en este lado del palacio ya lo sabemos. —Se rió. Iskender miró a Jennet y regresó a Hatchi. –Antes de ir con el príncipe, verás a la sultana Kösem. Ven conmigo.
Caminó tras Hatchi hasta el pasillo, se detuvo al ver que Bulbul ni Jennet los acompañarían. Se despidió de ellos con un gesto de su mano y se marchó. Esperaba volver a verlos en algún momento.
El palacio era enorme. Cada pasillo llevaba a un lugar totalmente diferente al anterior, con decoración y personas diferentes. En el recorrido vio escaleras, hacia pisos superiores e inferiores. Se preguntó si no era suficiente con ese nivel, la gran cantidad de cuartos y pasillos espaciosos, ¿Para qué querrían más pisos? No supo responderse y se quedó con la idea de que la gran cantidad de personas que vivían allí, necesitaban todo ese espacio.
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Príncipe Mehmed. (Gay) (Reescribiendo y Corrigiendo)
Teen Fiction(Reescribiendo y corrigiendo) Iskender, es un joven arrebatado de su hogar y llevado como esclavo a un mundo de opulencia y peligro. Su encuentro con el arrogante Príncipe Mehmed marca el comienzo de una relación turbulenta, marcada por la violencia...