Misión Parte III

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Severus ya estaba preparando las valijas después de pasar media hora en la dulce compañía de Alana y Lyam, los malditos infantes habían volado su laboratorio, 30 malditos minutos, definitivamente no pensaba ser niñera de los mocosos.

Mientras Snape despotricaba, Lyam seguía llorando asustado por la explosión que él causo, los elfos corrían en torno al desastre intentando arreglarlo, Alana por su parte intentaba calmar al niño, apenas conteniendo la risa por el show que estaba presenciando, Severus desterró el gas nocivo que se estaba acumulando, más haya de todo no quería matarlos, apagó el incendio y guardo un minuto de silencio por sus ingredientes y pociones perdidos.

- Glitters y Relé, preparen las maletas -

- Pero maestro señor -

- No podemos irnos -

- El amito Emmett nos dio intrusiones de cuidar a los pequeños amos -

- Yo me voy a Hogwarts, ustedes hagan lo que quieran -

- Pero maestro señor, no nos puede abandonar, usted es él maestro supervisor -

- Pues vengan conmigo, voy a tomar el puesto como profesor de pociones, por lo menos ahí voy a poder torturar a los insufribles chiquillos que tenga bajo mí supervisión - Ya me imaginaba como iba a sufrir él próximo que explote mí laboratorio, lo voy a poner a fregar calderos hasta que se le caigan las manos, ya que no puedo castigar a este niño malcriado por magia accidental.

Snape estaba buscando su  traslador internacional de emergencia, cuando vió a Fawkes, él lo podía llevar directo a la oficina del director o por lo menos a los terrenos de Hogwarts si estaba de buen humor.

- ¿Me llevarías a la oficina del director - Cuestionó a Fawkes con toda la gentileza que logró reunir.

El fénix volteó la cara en claro desplante, mientras consolaba a su polluelo.

El suspiro de Snape se escuchó hasta Atlanta, él niño no solo tenía todo lo inimaginable en el mundo, sino que también dominaba a un fénix, con una facilidad que daba calambre.

- ¿Llevarías a tu polluelo, a los elfos niñeras, a mí? Haber de quién me estoy olvidando - Alana tironeo de su túnica y lo fulminó con la mirada, a sus tiernos cinco años era una niña aterradora, otra consentida que por fortuna nunca pondría un pie en la escuela de magia y hechicería, por lo menos no en edad escolar, no quería imaginar lo que le esperaba con Lyam como estudiante, Ojalá pudiera estar   jubilado, tener a Potter y Cullen en una misma clase ¡No gracias!
- A bueno también a Alana – El fénix seguía negando sus demandas, así que tocó chantaje – No creo que estén seguros acá solos en medio del bosque, lleno de peligros innombrables, no hay nada más seguro que Hogwarts que yo conozca, pero si tu no los quieres llevar... - El fénix pareció meditarlo unos segundos eternos, antes que las llamas los cubrieran, prácticamente se fueron sin equipaje, pero ya Dumbledore se encargaría de ser niñero y proporcionarles lo que requieran, mientras él estaba encerrado a buen recaudo en su nuevo laboratorio.

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El Doctor CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora