¡La carta!

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Astrid estaba muy feliz de haberle ganado a su hermano, la felicidad de ella irradiaba a toda la casa, a pesar que todos estaban un poco tristes por la ausencia palpable de Harry, el único consuelo era que el tiempo pasaba volando.

La carta de Lyam había llegado, a pesar de las múltiples dudas de todos sobre su asistencia a Hogwarts, decidieron que había que ir a comprar los materiales, los vampiros no podían simplemente caminar por esas calles como si nada, así  que lo acompañarían Lupin y Astrid, que tenía muchas ganas de conocer ese asombroso mundo.

Lyam fue primero por sus libros, los útiles, la papelería, por sus tunicas, después compro dos de todo para pociones, algunas cosas de más también, le gustaba estar preparado, conseguir su varita fue un auténtico suplicio.

– ¡Ah! Señor Cullen –

No le agradaba, que ese señor supiera su identidad, nada más verlo.

– ¿Sí? –

– ¿Está buscando una varita? –

Lyam entorno los ojos y suplico paciencia – Sí, entre en su tienda buscando una varita –

– Muy bien muchacho probemos con esta,  abedul, flexible, 26cm, núcleo de pelo de unicornio –

La mitad de las gavetas volaron cuando la agitó – No, definitivamente esa no es –

– Está, nogal 29cm, núcleo de pluma de fénix –

Las luces se volvieron locas cuando la agitó, a Astrid le parecía divertido el destrozó que estaba ocasionado su hermano, pero se empezó a aburrir con rapidez cuando probaron la decimoséptima varita, así que salió de la tienda a hurtadillas, había mucho que ver y no le apetecía pasarse el día en la tienda.

Investigar era su pasión, cada cosa nueva que veía se quedaba grabada en su mente, tenía ganas de probar un helado pero no traía esas monedas, para la próxima no iba olvidar pedir su propio dinero personal, lentamente se estaba acercando a un lugar más desolado y oscuro.

Alguien la sujeto por el hombro.

– ¡¿Qué quieren?! – Se giro para confrontar, a quien sea que la haya tocado.

– Nada – Dijeron al unísono – Pero a menos que seas una bruja de la oscuridad, ese lugar no es para ti –

– ¿Quién dijo que no lo soy? – Ahora le causaba más curiosidad, ese oscuro callejón.

– Con ese cabello platinado, ¿Eres una Malfoy? –

– No, Soy Astrid ¿Ustedes incordios? –

Los niños sonrieron ante la agudeza de la rubia, sino sabía quiénes eran o no se lo imaginaba, definitivamente no pertenecía al lado sangre pura, del mundo mágico inglés.

– Yo soy Fred y el es George –

– Tienen los suéters con la inicial incorrecta entonces – Declaró Astrid con una ligera risa, pasando entre los dos – Si me llevan a la tienda de varitas, les regaló un helado –

– Es un trato princesa – Declaró George mientras tomaba la mano de Astrid y Fred agarraba la mano que quedó libre.

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El Doctor CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora