Las jóvenes se giran al escuchar una voz conocida:
- Chiquitas, ¿qué hacen acá? Muchísimas gracias por venir; les agradece esa voz entre sollozos.
- Ruth, ¿cómo está Poncho?; preguntan las jóvenes preocupadas por su amigo.
- ¡Muy mal! El accidente ha sido muy grave. Venía demasiado rápido. Ha sido mi culpa, por apurarlo tanto; llora desconsoladamente la madre del joven.
- No, claro que no es tu culpa. Todo va a ir bien; la anima Dulce.
- ¿Lo podemos ver?; pregunta Anahí preocupada.
- Lo están operando princesa. Aquí estoy esperando...; comenta preocupada Ruth.
- Nosotras nos quedaremos contigo; intenta animarla Dulce.
Tras varias horas en la sala de espera, la cirujana encargada de la operación sale a buscar a la señora.
- ¿Cómo se encuentra mi hijo?; pregunta Ruth desesperadamente.
- No se preocupe señora. Está grave, pero la operación ha sido un éxito. Lo mantendremos en la Unidad de Vigilancia Intensiva por lo menos hasta mañana por la mañana; explica la doctora.
- ¿Puedo entrar a verlo?; consulta su madre preocupada.
- No, lo siento mucho, pero en esa Unidad nadie puede entrar. Esperen en esta sala, cualquier novedad aquí las avisaremos; les comenta la médica.
- Te lo dije Ruth, todo va a estar bien y se va recuperar muy pronto; anima Dulce a la madre del joven.
- Dios te oiga, hijita; la abraza la señora.
- ¿Desde cuándo llevas aquí? ¿Has comido algo?; pregunta Annie preocupada.
- La verdad llevo desde bien temprano, y no he comido. Tenía un nudo en el estómago que me impedía tragar bocado; comenta Ruth.
- Pues vayamos a la cafetería, así no puedes estar y ahora ya sabes que Ponchito está bien. Regresamos pronto, te lo prometo; la anima Anahí.
- Está bien, vayamos pues; acepta la madre del joven la propuesta mientras se apoya en las amigas de su hijo.
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1. To the moon, and back
FanfictionHacía años que Christopher y Dulce se habían dicho adiós por última vez, y al parecer ya nada quedaba de ese amor que un día los unió. Al parecer, porque el destino es caprichoso y no deja cabos sueltos... Al fin y al cabo, dicen que uno siempre vue...