Capítulo 57

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Christopher se vuelve a despedir de ambos con un gesto desde el ascensor. Cuando las puertas se cierran por completo, cientos de lágrimas caen por su rostro. Por suerte, el ascensor lo lleva directamente hasta el parking subterráneo del hospital. Nadie lo ha visto. ¿Qué dirían los paparazzi si fotografiasen a Christopher Uckermann llorando? Siempre podía aludir al estado en el que se encontraba su novia, y aunque en parte sus lágrimas se debían a ese motivo, él sabía que estaría omitiendo parte de la verdad…

El joven decide montarse en el coche y así dirigirse a su departamento. Cuando logra calmarse, decide arrancar. Del sonido de la radio se desprende una voz y unas melodías que reconoció al instante: eran suyas. Suyas y de alguien más, pues en el momento en el que compones una canción pensando en otra persona, la canción se convierte automáticamente de los dos.

«Entrégate con todo tu ser, podemos el destino juntos componer… Y sin límites llegar, dime que lo ves y vendrá… Créeme, solo no estás, cada alma tiene su oscuridad… Búscame y llegaré, yo seré el espejo de tu fe… Tú con tu voz y yo los acordes tocar, vamos a crear el futuro juntos en armonía. Ya vámonos a buscar cada posibilidad de lanzar y gritar, que resuene siempre nuestra sinfonía de amor…»
Antes de que la música terminase, el joven ya había tomado una decisión: aún había canciones por escribir y, sobre todo, emociones de amor por compartir.

1. To the moon, and backDonde viven las historias. Descúbrelo ahora