El peso de los deseos [Infancia]

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Hacia algo de frío y pequeños copos de nieve caían por el lugar, haciendo una breve danza, antes de perderse en el suelo. El pequeño hijo de Apolo lleva un abrigo ligero, con una bufanda al cuello. Si algo podía agradecer a su padre era la alta resistencia a las bajas temperaturas, ya que su organismo era, por naturaleza, cálido, lo que le permitía salir a jugar con menos ropa y así tener más agilidad. 

Estaba emocionado, era su primera vez en el campamento durante las vacaciones de invierno. Solía pasar las mismas en casa, con su madre, pero justo ese año le coincidió una gira a la mujer, por lo que Will pensó que sería mucho mejor pasar el tiempo con los demás semidioses, sin generar molestias a su mamá, que seguro tendría que estar ocupada con su trabajo.
El sitio estaba claramente mucho más vacío que de costumbre, eso podía notarlo, pero eso le dejaba con más sitio por el que correr, sin tener miedo de chocar con sus hermanos o primos o tíos o... Mejor iba a dejar de pensar en la relación que tenía con todos ahí. El árbol genealógico griego realmente era raro. 

Sus ojos claros observaban el lugar, mientras avanzaba. Sus pasos hacían un ruido divertido al pisar la suave capa de nieve que el señor D dejó entrar a través de la barrera, y él va tarareando una canción que su madre Naomi solía cantar, después de todo era cantante, así que la vida de Will desde pequeño había estado rodeada de música country alternativa. Su andar era tranquilo pero confiado. La verdad, no tenía un objetivo pero tampoco ganas de estar quieto, ya que solo estaba haciendo hora, pues su hermano Lee Fletcher le había prometido que le enseñaría a entonar cánticos sanadores estas vacaciones y su pecho se inflaba ante la idea de que algún día podría ser un curandero. Cuando sus hermanos le dijeron que tenía el toque para ser médico se sintió muy orgulloso, ya que el arco nunca quiso ser su amigo ¡Y podría hacer algo útil por el campamento con el poder de su padre! Además como le enseñaría su hermano mayor, tendría más tiempo para estar con él. Una sonrisa inevitable curva sus labios ante la emoción. Al menos los primeros minutos,  en los que la expectación le negaron el notar que estaba aburrido. 

Al cabo de un rato esto fue mucho menos ignorable. Su energía infantil y  extrovertida necesitaba alguien con quien conversar, por lo que sus orbes claros buscan ese alguien y se fija en un chico más o menos de su edad, supone, sentado en la fachada de la cabaña de Hermes. Su curiosidad aniñada pero despierta le hace preguntarse si sería un hijo del dios de los ladrones o un no reconocido. Está abrigado y creando un pequeño montículo de nieve delante de él, murmurando cosas por lo bajo. Podía ser tal vez la persona que había deseado para hablar.

Se acercó al chico, sin esperar demasiado. Y entonces se chocó de bruces con un huracán de palabras.

¡Oh, hola! — El niño que hasta hacía poco no miraba nada en específico, ahora le está observando con sus inocentes ojos marrones. — ¿Tú también eres un héroe? ¿Ya sabes quién es tu progenitor? ¿Cómo te llamas? Yo acabo de llegar hace unos días y aún no quién sea mi progenitor. Mi hermana tampoco sabía, aunque quizás lo descubra ahora que está afuera ¿Viste lo de la misión? ¡Mi hermana fue a ella! Es genial, seguro van a lograrlo gracias a ella. — Su pecho se infla, orgulloso de la mayor, dando por fin al pequeño hijo de Apolo un espacio para recomponerse a sí mismo y contestar las palabras emocionadas del novato.

Uh... Si, vi lo de la misión. Esperemos que todo salga bien. — Se rasca la nuca, intentando no hacer comentarios pesimistas. Hasta él sabía que las misiones eran excesivamente peligrosas, pero prefirió no mencionarlo, ya que el otro estaba tan emocionado. —  Yo llevo ya un tiempo viniendo por aquí, aunque es mi primera vez en invierno. Yo soy Will Solace, hijo de Apolo.

¿Apolo? ¡Wow! No es una carta que suelo ocupar, pero es muy buena, si la pones en el momento correcto. Añade salud y tiene buena defensa. — Los ojos marrones del chico prácticamente resplandecen, pero Will no puede seguirle la plática, por lo que se muestra perplejo, ladeando su cabeza casi como si fuera un cachorro abrumado. El azabache se mordió la lengua, al recordar que conoció al verdadero Apolo hace poco y si era genial, pero al lado de la seriedad de Artemisa había lucido un poco torpe o menos asombroso. Aun así, esa información a Will no le llega. 

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora