Alaridos de un padre [Retelling del Hades×Perséfone II]

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El dios, en su lecho, se quedó dormido. La opresión en su mente comenzó a regularse gracias a la ayuda de Hipnos. Además de la ayuda de Filófrosine, que acarició sus dorados cabellos con dulzura, en un acto piadoso, pues la diosa de la bondad le había visto en su estado crítico e intento ayudarle. 

El dios de los muchos títulos se sentía cansado. El mundo en muchos sentidos dependía de él.

¿Qué eran las plantas sin el sol? ¿Las almas sin la música y la poesía? ¿Los héroes sin las profecías? ¿Los enfermos sin la medicina? 
Los griegos se empeñaron en venerarle, seguramente por su hermosa forma, que hizo que quisieran crearle mil templos, lo que provocó que le dieran más motivos para rezarle. Y lo cierto es que él siempre amó ser el centro de atención, y nadie podría llegar a pruebas de lo contrario, pero a veces hasta él se cansaba. Su naturaleza narcisista le hizo caer en un profundo océano donde acechaban las peores criaturas esperando por devorarle.

Y en medio de la marea de sus sueños, pudo ver como surgía una figura infinitamente agradable.  Era un muchacho de dorado cabello rizado, similar al suyo, y de ojos similares al cielo despejado que su carro recorría en su punto más alto. Las estrellas que acompañaban a su hermana, Artemisa, estaban esparcidas por su rostro y su sonrisa poseía una calidez que a él no le pertenecía, sino que había visto en almas más piadosas como Psique o la propia Filófrosine, que estaba a su lado en el mundo real. Su piel era de un tono bronceado uniforme, que mostraba su cercanía al carro del sol, por surgir de quien lo conducía. 

Aquel chico se postró a sus pies, diciéndole con voz suave. 

- Cargar con todo es incorrecto, déjame ayudarte, padre. Sólo una de tus cargas sera necesaria. Así yo podré remendar lo que te ha ocurrido.  

Al abrir sus ojos, la inspiración había golpeado su mente y, tras encontrar los materiales requeridos, en su alcoba en el Olimpo, comenzó a esculpir, ante la sorpresa de Filófrosine, que le vio despertar en medio de un frenesí indomable

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Al abrir sus ojos, la inspiración había golpeado su mente y, tras encontrar los materiales requeridos, en su alcoba en el Olimpo, comenzó a esculpir, ante la sorpresa de Filófrosine, que le vio despertar en medio de un frenesí indomable. Hipnos, que también estaba allí, pues él había sido quien adormeció al dios del sol antes de todo ello, observó a Apolo con una leve sonrisa, sabiendo lo que estaba en su mente.

- ¿Qué ocurre?

El dios no contesto, enfocado como estaba en que cada centímetro de aquel joven quedara tan prolijo como lo había imaginado en su mente. Sabía que no sería un ser real, pero de cualquier forma sentía la vehemente necesidad de poder mirar hacía aquellos ojos. Nunca antes había sentido tanta angustia por desear algo, pero allí estaba, desesperado por terminar aquel trabajo. 

No sabe cuánto tiempo pasó, pero en su arranque indomable lo tuvo listo para cuando el sol iba a salir. Embelesado por su trabajo recién hecho dejó que su pulgar se deslizara por aquella mejilla esculpida, literalmente por un dios, antes de, con pesar, alejarse de aquel ser que había diseñado. 

Un suspiro dejó su cuerpo antes de ir a su carro a recorrer el cielo como otro día. 

Y mientras el dios no estaba, Filófrosine miró a Hipnos. 

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora