#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)

Plumas en peligro de combustión [Ángeles V]

Un destello blanco se desliza con el viento. El ángel lunar iba con una sonrisa a encontrarse con su adorado ángel solar, pero el avistar aquel objeto desconocido lo lleva a perderse de sus pensamientos, muy curioso al respecto de qué era aquel objeto que danzaba entre las ráfagas de aire, en movimientos demasiado circulares y dulces como para ser un rayo de luz, ¿qué era...?

Se acercó al pequeño punto blanco que bailaba y le tomó entre sus dedos. Era una pluma, demasiado blanca y en un punto excesivamente alto del cielo como para pertenecer a un ser terrenal; debía ser de un ángel solar.
Pero... ¿Qué hacía un ángel solar revoloteando tan cerca del purgatorio divino? El aislamiento era el castigo para los ángeles solares traviesos, por lo que la mayoría jamás iba por esos lares sin ser un habitante de los mismos. Era realmente extraño que alguno pasará por allí, más si debía haber ido muy rápido, después de todo, una de sus plumas había caído.

El suave plumaje de los ángeles solares estaba hilado con un componente mágico, divino, que solo se desprendía si el ente celestial iba demasiado rápido, lo que volvía todo más confuso debido a que ¿Quién podría estar intentando huir en medio de los campos divinos?

Will no tenía una respuesta concisa, hasta que... Una idea afloro en la parte pesimista de su mente.

No.

...

¿No...?

Aún si está ignorando la parte de él que grita los malos augurios, pues no los quiere ni considerar, sus alas van más rápido de lo que le gustaría, hasta el lugar donde se supone que Nico se encuentra, pero en el punto donde solían reunirse solo están las cadenas que antes habían retenido al ángel solar, sin su prisionero. Y ahí, en lugar de Nico, casi esperando por él, estaban cuatro de los cinco tulipanes que le había regalado al ángel de los Impacientes. Han sido abandonados y dejados atrás por el que terminó su condena. 

— ¿Plumitas...? — El ángel de la luna cae de rodillas ante las flores, a sus ojos, despreciadas, con el alma haciéndose pedazos. 

¿Nico había cumplido con su castigo? ¿Y se había ido del sitio sin decirle nada? La sola idea perforó su corazón, haciendo jirones a la parte de su pecho que había encontrado paz en la compañía del otro ángel. 

... Estoy solo. 

Para sus heridas humanas se siente como si mil cuchillos se le estuvieran clavando en su torso, una vez, dos veces, diez, veintiocho, infinitas, todas intentando destrozar su corazón y dejar en su lugar solo una burbujeante y desgarradora pasta de sangre espesa.  Las lágrimas suben a su rostro, llenando sus ojos del vestigio de todo lo que se encerró en su corazón tanto tiempo solo en el hospital. 

No está, ¡No está! Y ha dejado las flores acomodadas con cuidado, por lo que no se lo han llevado, se ha ido por su cuenta. 

Me dejó por su cuenta.

Se ha ido, ¿por qué deja las flores? Eran un regalo, estaba feliz cuando las recibió ...- ¿por qué?

Se está despidiendo de mí.

Los pensamientos intrusivos se deslizan por su mente, hasta bajar por su garganta donde dejan un nudo ciego que le hace sentir como si no pudiera respirar; aun si los ángeles no lo necesitan, todo su cuerpo y sus reacciones son vestigios de la carne, por lo que suelen imitar acciones innecesarias como el latir del corazón o la respiración tambaleante. Ahora mismo, lo odia, quisiera no recordar quien fue. No quiere este dolor agonizante ni que los recuerdos tristes de su pasado ardan, intentando que toda la felicidad que había sentido siendo la compañía del azabache se esfumara hasta volverse polvo y cenizas.