Juicio Divino [Angeles y Humanos I]

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— «Él se fue y no volverá. Las alas de un ángel peligrando están. Fue tiempo atrás cuando se enamoró, un juicio divino su vida destruyó.» — Aquella persona mira a su pequeño, mientras se pregunta si realmente estará bien que le cuente esta historia como un cuento aleatorio. Era realmente trágico, sí, pero sabía que algún día debería narrarle esta historia al infante. 

De todos modos, el pequeño chico mira a su padre con los ojos brillantes, quien finge estar leyendo un libro. En realidad, su progenitor había tomado el primero que encontró y le contaba de memoria aquella historia que se sabía al derecho y al revés. 

Era el momento sin duda alguna, no tenía que aplazarlo más. Por eso, el padre acaricia los cabellos de su pequeño y comienza a narrar aquellas palabras.

«Hacía un tiempo atrás, había un ángel que vagaba muy, muy cerca del mundo humano, sin permiso de Dios. Se acercaba como cada día a contemplar a uno de los mortales en particular, uno que había capturado su corazón con su bella sonrisa amable y su cabello dorado. 

Ese día en particular las cosas no estaban saliendo bien para el ángel azabache, ya que su hermoso mortal se había comprometido en matrimonio como una chica humana. Pero aun si alguien tenía ya su corazón, ahí estaba, como cada día, con sus blancas alas ocultas de la vista para no llamar la atención de los humanos, y yendo para observarle.

Mientras avanzaba distraído, se enredo sobre su propia túnica blanca y acabo tropezando contra el suelo mortal. El ángel ahogó maldiciones no propias de una criatura divina como él, para luego alzar la mirada, donde una mano cálida se extendía para ayudarle a levantarse.

Era su humano, rubio y con pecas en el rostro, dedicándole una expresión genuina de preocupación.

 ¿Estás bien? La voz del mortal fue música a oídos de la criatura divina que, tras tanto tiempo viéndole a la distancia, al fin tenía esa calidez solo para sí. ¿Te puedo ayudar? El ángel de cabellos azabaches aceptó su mano con cierta dubitación. 

Gracias. —La palabras surgen casi automáticas de su garganta. 

¿Estás herido? ¿Te ayudo a llegar a casa? 

El ángel guarda un nuevo silencio ¿Cómo confesar que viene del cielo? ¿Qué entre las nubes está su morada y que no puede acompañarle hasta allá?

El mortal observa sus ropas manchadas, no sabe que solo es la tierra de la caída, y su corazón se encoge al pensar en la posibilidad de que fuera un viajero errante, sin lugar al que volver. El rubio, hijo de una familia noble, sabe que la gente de su aldea ni siquiera sueña con tener un fragmento de las cosas con las que él ha nacido y no se siente capaz de dejar a este desconocido a la intemperie contra el frío de la noche.

¿No tienes dónde llegar? Cuando el pecoso pregunta, el ángel asiente, para no revelar su procedencia. ¿Puedo echarte una mano? Hay un cuarto de invitados en mi hogar ¿Quieres pasar la noche ahí? 

 El ángel asiente a su propuesta, ya que aún no puede volver al cielo. Al ser un ángel menor, sus alas cada cierto tiempo dejan de responderle y debe descansar antes de volver a emprender el vuelo hacía el reino infinito. La mayoría de sus compañeros reposaban en iglesias o templos sagrados. Había quiénes incluso acudían a sus hermanos mayores, los arcángeles para que les llevaran de vuelta a casa. Pero él siempre aprovechaba sus descargas para contemplar a su fascinación que ahora le ofrecía estar cerca. 

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora