Alas moteadas [Ángeles I]

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Los ángeles y los demonios se encontraban en medio de una guerra. No una llena de armas y violencia, como pintaban los cuadros mortales, sino que estaban en un combate ideológico. Y no eran realmente ángeles contra demonios, bien contra mal, sino que eran dos polos de los ángeles mismos; los que defendían el libre albedrío de los humanos contra los que creían que el único modo de progresar era metiendo mano en las decisiones de su patio de juegos. 

La  realidad humana era nada más que un partido de ajedrez entre Yahvé y Lucifer, los mayores exponentes de ambos campos. Pero los humanos codificaron estos bandos y acabaron reinterpretando sus discusiones hasta que el verdadero significado se perdió para los mortales terrestres. Los habitantes del cielo y del infierno tenían otra postura al respecto. 

Uno de los vigilantes del cielo, una presencia angelical, se presenta ante el alma recién llegada al limbo

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Uno de los vigilantes del cielo, una presencia angelical, se presenta ante el alma recién llegada al limbo. Era Annabeth, la que dirigía los que iban para un reino o el otro, una de los pocos individuos neutros de la otra vida, sus alas eran puntiagudas como las de un murciélago, pero estaban cubiertas de plumas grisáceas. 

El alma de doce años mira con sus ojos marrones todo lo que hay ante él. El ladrón de cabellos azabaches es observado por la guardiana de grises ojos y se siente escudriñado a un nivel surrealista, casi consciente de que ella podía ver, y estaba viendo, cada acción que cometió en su vida. 

Has vivido sin sucumbir a los Siete Pecados Capitales. A tu alma se le permite salir del ciclo de reciclaje eterno y unirse a las gradas que espectan el conflicto de los cielos. — Ella le regaló una sonrisa amable. — Dime, nuevo ángel, ¿Crees en la espera del destino o en la participación de los individuos celestiales? — En su corazón, el azabache puede sentir que le están ofreciendo alas. Blancas y pomposas llenas de plumas, para residir en las nubes, a la espera de los milagros, o oscuras y puntiagudas, rebosantes de determinación para participar de cualquier decisión que quisiera tomarse. 

El ángel analiza sus vivencias como el human Nico di Angelo, que fue hasta hacía tan poco y finalmente decide que él debería creer en los milagros. Si hubiera creído en ellos no habría muerto y en ese instante estaría entre los brazos de su hermana mayor. Se abraza a las plumas blancas y la guardiana de las puertas asiente. Un resplandor blanquecino comienza a rodear a Nico encerrándole en una burbuja colorida, en la que ocurrirá la maduración de sus alas y de su cuerpo visiblemente humano. 

Bienvenido a los ángeles del sol, Nico, el ángel de los Impacientes.

— Bienvenido a los ángeles del sol, Nico, el ángel de los Impacientes

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#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora