Los niños perdidos de Neverland [Amigos de la infancia, detectives y narcos II]

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Si en la silenciosa noche puedes oír el tictac del tiempo, cuando estás sin poder conciliar el sueño por tu vida atormentada, solo quédate en silencio, espera un poco más y llegará un hada que te guiará a Neverland, el hogar de los niños perdidos. 

Cuando la única constancia en tu vida es perderlo todo, aprendes a no confiar en nada más que la soledad y las personas que han perdido tanto como tú

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Cuando la única constancia en tu vida es perderlo todo, aprendes a no confiar en nada más que la soledad y las personas que han perdido tanto como tú. 

Esa idea resume bastante bien la historia de Sean Miah.

 Sus ojos oscuros habían visto mucho más de lo que un niño debería haber visto, desde una edad muy temprana y su mente infantil estaba plagada de pesadillas que no le permitían olvidar todo lo que le habían arrebatado.  

Esa noche también, cuando tenía unos trece años, su sueño le había metido en un ambiente oscuro y opresivo. No escuchaba nada más que el susurro de palabras que no podía reconocer. En el fondo, pequeñas manchas se movían por el aire, aleteaban y le apretaban el pecho, porque se imaginaba lo que eran y no le gustaba. 

Tenía mucho miedo, estaba aterrado y se sentía completamente solo. Necesitaba calor, necesitaba la luz de su madre, la que siempre le había tranquilizado en el pasado. 

¡Mamá...!

Gritó al espacio vacío, con la voz plagada de desesperación y es entonces que escuchó como la oscuridad le devolvía las últimas palabras que su madre le había grabado a fuego en el alma cuando tenía ocho años. 

"¡Voy a volver por tí, Sean!"

"Nadie va a separarnos, mi niño."

"Todo fue por tí. Todo."

La culpa comenzó a recorrerle las venas, mientras que su mente se nublaba. Todas las pesadillas que habían acosado su mente cuando era un niño cobraban sentido desde la negatividad que invadía su hogar. Mientras él era feliz, había otros niños que sufrían, que sangraban y lloraban debajo de su casa. Y aunque él nunca supo que eso estaba ocurriendo o porqué, había sido por él, de algún modo. Cada niño que su madre secuestró y encerró en el pequeño sótano había sido por él.

¿Era culpable de lo que pasó? Era hijo de una monstruo y la imagen del demonio estaba trazada sobre su rostro. A menudo se preguntaba si fue por eso que su primera amiga había reaccionado de aquella manera. El escozor de los moretones sobre su piel en aquel entonces no le había permitido ni pegar ojo por demasiado tiempo en aquella ocasión, cuando ella había decidido que era el mismo ser demoníaco que su madre y se había coordinado con otros jóvenes para cobrar venganza por mano propia en un callejón silencioso. Esa vez perdió la conciencia, cuando alguno de los golpes le impidió respirar y despertó sólo, tirado en la calle lleno de su propia sangre. Sin embargo, no delató a ningún culpable cuando su tía, - la que se se encargaba de él desde el arresto de su madre -, alarmada por sus heridas, lo interrogó. Él no dijo ni pío, se lo merecía, pensó en cada golpe, porque la que lo inició todo era la hermana de uno de los niños que su madre lastimó en su nombre. 

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora