— ¿Te he dicho que te amo? — El corazón de Will quiere romperse ante aquellas palabras dichas con aquella dulzura que tantas veces ha deseado.
— ¿Disculpa? — El azabache no hace ademán de soltarlo, sino que, al contrario, le mantiene abrazado contra su cuerpo. La sensación de su calor, en esa situación, prácticamente le quema. — Que...- ¿Qué estás diciendo, Nico?
— Dije que te amo. — Lou Ellen y León a espaldas de la pareja, miran el evento, preocupados de las connotaciones que éste tendrá.
Will siente que el mundo se le va a pedazos, mientras el azabache solo se apega a él, con una sincera sonrisa en sus labios.
Esta historia, como tantas otras, no era culpa de los mortales, al menos no en su totalidad, definitivamente no en sus inicios.
En el Olimpo, la diosa del amor da vueltas, buscando algo con lo que entretener sus días, pero simplemente no encontraba nada interesante. De sus memorias, intenta rescatar alguna imagen pasada que le hubiera llenado de dicha y es entonces que vuelven a su memoria los días en que con Hécate no estaban aisladas, sino que sus hechizos y pociones de amor daban tanto color al mundo mortal.
Una sonrisa se alza en sus labios ante tan deliciosa rememoración, pero entonces recuerda que esos lazos habían acabado en malos términos y que además en ese momento no tenía ganas de provocar las cosas, sino que quería verlas ocurrir, arder a su alrededor, sin haber movido más que un par de piezas iniciales.
Es por eso que en un chasquido se teletransporta hasta el campamento mestizo. Si la divinidad no podía hacer la aleación del amor y la magia, siempre podía conseguir un par de mortales semidioses para que hicieran el juego por ella.
Se disfrazó como una blanca paloma para no ser descubierta antes de tiempo y revoloteo hasta su primera parada; la cabaña veinte, la que pertenecía a los hijos de la hechicera. Al pasear un poco ante su puerta, el primer semidiós que se encontró cuidaba de un grupito de cuatro hámsteres y miraba por la ventana como si esperara por alguien. Le conocía, era tímido y tenía su historia romántica con un hijo de Hefesto. No iba a molestarlo, al menos no por el momento. Por ahora, su elegido debía ser alguien que no le diera material romántico para disfrutar.
Entonces la vio a ella; Lou Ellen Blackstone. Una chica que nunca le dio nada interesante, pero que tenía buena mano para la magia, no por nada es la capitana de aquella cabaña. Bingo.
Con un aleteo, una de sus plumas se desprende de sus alas y, al dejarse caer sobre el colchón de la cama de la chica, ésta se convierte en una carta que la cita hasta el lago en aproximadamente una hora, tiempo suficiente para que la diosa encuentre y cite al otro complemento de su plan.
Hecho esto, alza el vuelo hasta la cabaña diez, donde sus hijos tienen sus cosas. De ellos sabe mucho más, por lo que no tardará en encontrar al candidato perfecto, se dice a sí misma. Y, efectivamente, así fue, ya que solo fue cruzar el umbral y decidir que elegirá a León McLain, pues él tiene buen ojo emocional, lo que siempre es bueno para las cosas que ella quiere provocar. Deja caer la pluma que muta en una carta y luego se aleja.
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#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)
Random30 días de retos con el precioso ship que nos dio el tío Rick :3 Will Solace×Nico Di Angelo ----- Actualizó cada 10 días con un OS nuevo. Títulos genéricos xD La lista de días está en la primera entrada. Está historia fue hecha con toda mi devoción...