La desgracia del Rey de Oro [Reino III]

232 14 10
                                    

¿Cuándo había empezado todo esto? El joven recordaba el día con un sentimiento amargo. Todo estaba bien en su infancia, pero tras la repentina muerte de su padre, tuvo que ascender a la corona prematuramente. Justo el día antes de que fuera el momento de tomar su lugar en el trono, llegó el aprendiz de hechicero, Alexandre, con la mirada pérdida, él le noqueo con su magia. Alguien le tomó mientras no estaba en sus sentidos y fue llevado hasta unas cavernas secretas, muy lejanas al palacio donde estaba su lugar predilecto y protegidas por encantamientos sagrados.

Por años, lo único que pudo ver fue a su captor visitándole, pero éste llevaba una máscara que ocultaba su rostro y nunca le habló durante el primer año, por lo que cuando le escuchó emitir una palabra, todas las voces de su pasado eran un murmullo lejano. No fue capaz de reconocerle.

Y, sin embargo, acabó desarrollando una especie de afecto de Estocolmo ante su captor, que iba a verle constantemente una vez cada tres noches. Su corazón solitario no quería sentirse solo, por lo que cuando su verdugo llegaba, rogaba porque no se fuera tan velozmente. No quería estar solo, le daba demasiado miedo que un día dejará de aparecer. Y durante ese proceso el otro le comenzó a conversar, por lo que se volvió lo más cercano a un amigo que tendría en su jaula amueblada.
Se daba asco, pero sabía que si no conversaba con alguna persona se volvería loco, por lo que se resignaba a hablar con aquel secuestrador que le traía objetos de vez en cuando. Libros, entretenciones, era extraño. Parecía que cuando cruzaba esa puerta cambiaba completamente su carácter. Por eso, tal vez fue que simplemente intento charlar con él y conocer más de su situación.

— ¿Por qué haces esto? No era la primera vez que se hablaban en aquella cueva que le servía de cárcel. Habían cruzado palabra muchas veces en las que aprendió muchos detalles de su prisión cavernosa, como el método de abastecimiento de sus alimentos, por ejemplo. Eran elementos encantados, una jarra de agua inagotable y una cornucopia: Su carcelero le había dicho que mientras su vida siguiera por la misma senda, estos objetos para su subsistencia no dejarían de funcionar. Ese tipo de conocimientos eran los que le mantenían curioso al respecto de su propio entorno y le hacían preguntarse quién era su secuestrador.

Tras un suspiro amargo, el otro quiso sincerarse.

— Nací bajo la senda lumínica del sol. Suelo tener visiones. En esa ocasión, su captor parecía más conversador que otras ocasiones, por lo que solo le siguió la charla. Es la primera vez que la víctima de este se entera del color de cabello de su verdugo, pues era conocimiento público que todos los seguidores de la senda lumínica tienen el cabello rubio. — La luz del sol me lo dijo ese día. Aún no era tu momento, Majestad. Sé que no me creerás, es inevitable. Pero los que creemos en la tinta del destino solo seguimos sus reglas. Se necesita un tirano para que los héroes lleguen a la tierra, por eso yo he decidido ser su vasija. 

El captor le mostró un dije que llevaba al cuello, con un símbolo que el legítimo heredero de Sunna reconoció como la marca de la tierra, donde el espíritu corrupto del elemento podía manifestarse. 

— Pero tú... ¿Cómo estás consciente? El mago aprendiz de su cohorte, cuando aún era un niño, le había advertido de aquellos objetos. Solo en terrenos sagrados estarías a salvo del control del elemento que tuvieras al contacto. Ahora entendía las acciones de su captor, aún si no le parecían justificables, pero por supuesto que si se hubiera dejado infectar por las tinieblas haría cosas horribles como secuestrar un niño o robarse un reino.

— Para que todo vaya como es debido, este lugar está rodeado de la magia más sagrada. Así nadie puede rastrearte, así la magia de la Tierra no puede seguirme. El captor del otro solo le regala una sonrisa cansada que el otro puede apreciar gracias a que el seguidor del sol oculta su rostro solo tras un antifaz que oculta sus facciones, más no sus expresiones. — ¿Lo entiendes? Aquí, vuelvo a ser yo. Por eso, no soy un monstruo. Pero porque no lo soy es que no puedo liberarte. Porque el fin justifica los medios y hasta que no estés listo, el sol me dijo que solo serás la desgracia de nuestro reino.

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora