El rey de oro y el caballero negro [Reino IV]

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Nicholas estaba... lleno de sentimientos encontrados al respecto de Wilbur. Su corazón se apretaba cada vez que descubría una nueva arista de su personalidad y es que, aunque su cara era la misma que la del viajero dimensional del que se había enamorado, cada nueva línea de él que conocía lo distanciaba más y más de la sonrisa luminosa de Will. 

Habían pasado un par de meses desde que Wilbur había sido rescatado y su cuerpo poco a poco dejaba de estar tan delgado, sus heridas iban sanando y se le había arreglado la imagen para poder realmente lucir como el regente en que debía convertirse. Por las mañanas y el inicio de las tardes se le instruía al respecto de todos los deberes monarquicos que se había pérdido, sin embargo, luego de ello se le permitía ir donde quisiera, para intentar cobijar las heridas de su corazón; Él siempre se encerraba en su cuarto. 

Donde Will daba vueltas por los jardines, siempre buscando revitalizarse en la energía natural, Wilbur se sentaba junto a la ventana y miraba hacía afuera, con los ojos pérdidos. Después de los años de secuestro, claro que el capitán de la guardia tenía que estar pegado a su sombra, por eso Nicholas siempre estaba a su espalda observando al rey que temblaba cada vez que un ruido sonaba demasiado fuerte.

Y, sin embargo, seguía observando el jardín. Por eso, un día en que Nicholas se sentía particularmente motivado, decidió abrir la boca y pronunciar aquella pregunta que tanto le daba vueltas por la cabeza.

— Mi señor, ¿quiere ir al jardín?

Ante la voz que rompió el silencio, Wilbur pegó un respingo. La voz de Nicholas le ha sorprendido, es evidente y por unos segundos se queda quieto, extremadamente estático, como si sus pensamientos corrieran tanto que su cuerpo no pudiera moverse ni un ápice para compensar el cansancio. El caballero negro ha notado estos comportamientos en su señor desde hacia un tiempo y esta vez ha decidido que finalmente hará algo al respecto.

— Sabe que puede ir donde quiera, ¿verdad? No por primera vez, Nicholas se cuestiona si su nuevo rey, acostumbrado a sus años de soledad y encierro, no sabe que tiene libre albedrío.

— No voy a salir.

Sin embargo, las palabras tajantes le indican que Wilbur si sabe que puede ir fuera, pero que definitivamente no quiere hacerlo. Hay una esencia amarga adornando su voz, sus gestos y su alma. Y es entonces que Nicholas se da cuenta del miedo en sus ojos  y recuerda esa vez en el bar que con Will se besaron, aquella en la que el rey de otro mundo le abrió su corazón. 
Un destello protector le recorre el pecho por completo.

— ¿Malos recuerdos, mi señor? — El modo en que el cuerpo del monarca se comprime, intentando desaparecer solo confirma lo que Nicholas tanto se temía. No por primera vez se pregunta si ahí fue el lugar en donde lo secuestraron hace tantos años. — ¿No lo preferiría si es que yo fuera con usted?

Los azules ojos del rey dorado se suavizan un poco más, mostrando un suave deje de ilusión oculto bajo todo el pavor que tiene de por sí. 

— ¿Te quedarías conmigo...?

Nicholas fue la primera persona que vio Wilbur tras probar la libertad. Algo en el pecho del rey lo sentía como lo más parecido a seguridad en este mundo ruidoso y que le daba tanto miedo. En respuesta el caballero azabache repitió las palabras que, otrora, le dedicó al rey de otro mundo.

— Mi vida por sus deseos, mi señor.

— Mi vida por sus deseos, mi señor

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#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora