La luz de un ángel [Sirviente leal]

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Estaba viendo el dorama japonés de Death Note y, mientras veía una de las escenas, se me ocurrió esta idea. Está basado en la relación de L y Watari - No, repito NO, shipeo a estos personajes, ni por si acaso - pero basándome en su modo de comportarse y metiéndole imaginación y chispas gay, en un bol llamado solangelo, surgió este super concepto, cortito, pero que me gustó uwu.
De cualquier forma, esto poseerá, técnicamente, spoilers menores de Death Note, ya que como es una adaptación tiene guiños, así que si a alguien le interesa, ya están avisados. 

Ahora, por favor, sigan leyendo, nomás. Con confianza. 

La imagen más potente que puedo recordar, cuando miró hacía atrás, era el fuego

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La imagen más potente que puedo recordar, cuando miró hacía atrás, era el fuego. 

Sin esfuerzo viene a mi mente esa ardiente llama que devoró mi casa, sin dejar más que las cenizas de mi corazón infantil. Y es que no solo la madera se destruyó, sino que allí también se fueron las vidas de mis padres y mi hermana. 
A los ocho años me quedé sin nada. A la deriva en un mundo frío. 

Hasta que él me encontró. Su nombre real no lo supe en el momento, se presentó bajo un seudónimo y me llevó a "la Casa de Apolo", un orfanato que se encargaba de reunir chicos y criarlos  para tener perfiles inteligentes. Ese sería el escenario para el resto de mi crianza. Y por el acto de llevarme a ese sitio, el señor Apolo fue, para mí, en ese entonces como un destello de luz, que me mostró un fragmento del camino. Pero esa luz no es eterna  y, en cuanto se extinguió por completo, volví a sentirme perdido en medio de unas tierras a las que no pertenecía. 

 En mi nueva casa no me fue muy bien con los demás niños, la verdad. En cuanto me conocieron, los mayores se me echaron encima, así que tuve que golpearlos. Ellos se lo buscaron, después de todo, así que yo no tenía la culpa de sus rostros heridos; si ellos jalaron el gatillo, entonces mala suerte para ellos. Así es como funciona la justicia. 

Y como el nuevo líder alfa de los infantes, teniendo el rol del más fuerte, decidí ser egoísta y monopolizar aquello que me pareció más interesante del hogar. Y ese algo era la atención del hijo adolescente del dueño del lugar. 

El rubio me ganaba por seis años, teniendo catorce años cuando yo llegué a la Casa de Apolo. Era el mayor de todos y el único agradable entre ese grupo de débiles abusivos. Como el más grande, pero menos relevante, pues no era un verdadero residente, su padre le había enseñado desde pequeño a estar al servicio de todos los demás. Y yo me encargué de acaparar todo lo que él pudiera ofrecer. 
De cualquier forma, él realmente no parecía molesto. Nunca mostró una expresión de desagrado cuando le decía que no dejara mi dormitorio solitario, que no compartía, pues no querían que causara otro incidente con mis compañeros. Cuando ponía una mueca de desagrado,  era en los momentos en que le pedía caramelos, lo cual ocurría con frecuencia. Decía que me haria mal que consumiera tanta azúcar, que engordaría y entonces nadie me querría. 
Siempre me sonó a un argumento demasíado infantil, para venir del mayor de nosotros.

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora