Encuentro de luz y sombras [AU Caperucita Roja I]

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— Will, tienes que llevarle sus medicinas y estos alimentos a tu tío Brunner. — El adolescente de 16 años asintió a su madre, a lo que Naomí sonrió. Acababa de dejar preparada la cesta y la dejó en la mesa para que el chico la tomara cuando fuera a salir.  Y recuerda. No te desvíes jamás del camino, ¿Me escuchaste? 

El rubio asintió nuevamente, aún cuando ahora estaba seguro de que no estaba siendo sincero. Odiaba mentirle a su madre, pero sabía que no debía resistirse a lo que le esperaba en el bosque. Se vistió con su ropa de siempre, incluyendo su leal capucha carmesí que era prácticamente su símbolo a ojos de todos en aquella pequeña aldea. 

— Ah...  la madre del rubio suspiró con fuerza.— ¿Qué se le metió en la cabeza a tu tío? ¡Usa una silla de ruedas, por dios! No debería vivir solo en el bosque.  Will sabía la respuesta a ello, pero también sabía que su madre nunca lo creería por lo que solo se encogió de hombros. Bueno, eso no es lo que importa. No le digas que he dicho eso.  Ella le sonrió con cierta complicidad a su criatura.  Ahora veté, pequeño ¡Y recuerda! Si se hace muy tarde te quedas a dormir allá, pero nada de cruzar el bosque por la noche. 

  Si, mamá. 

Y salió de la casa, mientras tarareaba una amena melodía, para encaminarse al gran bosque que rodeaba su aldea. Saludó a algunas personas en su camino y todos le repitieron la acción, además de reiterar las órdenes de su madre. Que se cuidará, que no se saliera del sendero, que no viajará por la noche. Su aldea estaba muy ligada a la luz solar, pues el propio dios del sol era su guardián, aun que eso era otra de las cosas que ellos no sabían directamente. Will adoraba saber más que todos ellos, pues le hacía poder adelantarse a los hechos. La presencia de Brunner en su vida había sido de lo mejor que le había pasado al final.


En el bosque, las flores florecían por todos lados y los pájaros cantaban, haciéndole sentir lleno. Era simplemente de ensueño aquel lugar y es que hacía un hermoso día allí afuera. Amaba el bosque, sobre todo las zonas lejanas del sendero que eran más hermosas que las normales. Le daba cierta risa como todo en el paisaje estaba hecho para que él no siguiera las órdenes de su madre. 

El camino a casa de Brunner se lo sabía de memoria, pero la mitad del tiempo no iba por el correcto. En cuanto le contaron como seguiría su vida decidió que mientras el lobo no estuviera a la vista tomaría el sendero erróneo que algún día le señalarían. Quería saber cómo cruzarlo. Estaba seguro de que podría romper el cuento y esa idea le hacía sentir poderoso.

Llegó a la intersección entre el verdadero camino y la trampa de su futuro atacante, miró a su alrededor y notó como una presencia le observaba tras los árboles. Bufó. Ese día no podría practicar. Espero 10 segundos más ahí, pero al ver que el lobo no se le acercaría siguió caminando, por la ruta real. Sin problemas llegó a la  casa de su mentor y llamó a la puerta. 

 ¡Quirón, ya llegué! 

El centauro mitológico abrió la puerta encontrándose con su rubio estudiante. Suspiró aliviado pues, aun que sabía lo que algún día sucedería y entendía lo inevitable que era, le había agarrado cariño a aquel chico. 

— ¿Ningún problema? — Le preguntó el mayor con una cálida sonrisa. 

Me estaba observando, lo de siempre. No pude practicar. — Se quitó la capucha dejando que su dorada melena saliera a la luz.  Mamá te envía la merienda y un poco más. — Le extendió la canasta, con una sonrisa amplia. 

#Writer'sGayChallenge (SOLANGELO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora